Un joven que había llevado a su mujer a la clínica de maternidad se paseaba nerviosamente en espera de que se produjera el parto. Al cabo de un rato la vio pasar en una camilla hacia la sala de obstetricia. El padre novato se acercó a su lado, le dió un beso nerviosísimo y sin saber qué decir le soltó: " ¡Bueno, hasta luego. Y que te viertas!