Una mujer le dice, muy afligida, a su marido:
- ¡Mi mamá acaba de dislocarse el brazo! ¿Qué hago? ¿La vendo?
- ¡Sí!, ¡Sí! -respondió, jubiloso, el marido-. ¡Véndela a cualquier precio! ¡Y hasta a plazos!
- ¡Mi mamá acaba de dislocarse el brazo! ¿Qué hago? ¿La vendo?
- ¡Sí!, ¡Sí! -respondió, jubiloso, el marido-. ¡Véndela a cualquier precio! ¡Y hasta a plazos!
Esto era un diputado, hombre dado a extenderse en sus discursos, que comentaba a su colega:
- ¿Te diste cuenta de cómo mi voz llanaba la Cámara?
- ¡Perfectamente! Y tú, ¿no viste que muchos congresistas abandonaron el recinto para dejarte suficiente espacio?
- ¿Te diste cuenta de cómo mi voz llanaba la Cámara?
- ¡Perfectamente! Y tú, ¿no viste que muchos congresistas abandonaron el recinto para dejarte suficiente espacio?
- ¿Cómo te metiste en este negocio tan fúnebre? -le preguntó al dueño de la funeraria un conocido.
-Lo heredé de mi padre.
-Pudiste rechazarlo.
- ¿Y perder a mi primer cliente?
-Lo heredé de mi padre.
-Pudiste rechazarlo.
- ¿Y perder a mi primer cliente?