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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Si mal no recuerdo, cuando Clarisa dejó de escribir en el foro, acababa de hacer un viaje a Egipto. Al dejar de escribir, nos quedamos sin poder preguntarle si había visitado los templos de Abú Simbel esculpidos en los farallones del Nilo hace más de 3.200 años...

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Imposible poder imaginarnos ninguna de las que estamos en esta foto, y por más que nos lo hubiese explicado nuestra maestra, la grandiosidad de estos templos que con el paso de los años veríamos y admiraríamos más de una de las amigas...

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Supongo que a Clarisa, le explicarían, como a mí me explicaron (bueno a todo el gupo), que estos templos estaban esculpidos en piedra arenisca, que se alzaba a la orilla del Nilo, en la remota Nubia, y que lograron salvarse de las crecidas del río, las cuales llegaron a veces hasta medio metro de distancia...

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Fue el año 1966, sin embargo, en que dicho lugar estubo condenado a desaparecer, pues el Nilo, contenido por la gran presa de Asuan, no terminada aún, se elevaría y las aguas limosas del río cubrirían arrolladoramente todo aquel paraje...

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A pesar de todo esto, los templos se salvarían gracias a una rara combinación de buena voluntad, suerte, ingenio y espíritu de aventura. Veréis...

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Según nos explicó el guía, desde 1960 la suerte de Abú Simbel estuvo en la balanza. En aquel año la Organización de las Naciones unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) apeló al mundo entero en solicitud de fondos para salvar los antiguos monumentos y templos del valle del Nilo, tesoros que quedarían sepultados por el agua a medida que la construcción de la presa de Asuan fuera formando un enorme embalse...

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En general, la gente respondió bien a este llamamiento: la mayor parte de los templos se desmontaron y se volvieron a erigir en terrenos más o menos elevados y seguros, con la única excepción de Abú Simbel...

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Abú Simbel fue concebido por uno de los más grandes faraones y constructores de Egipto, Ramsés II, quien más de 1200 años antes de Jesucristo ordenó a sus arquitectos construir dos de los más fantásticos templos de la Tierra, uno para la reina Nefertari y otro para sí mismo...

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Para este último, los artífices alisaron un farallón de piedra arenisca para formar un muro de cuarenta metros de ancho por treinta de alto, en el cual esculpieron cuatro colosales estatuas sedentes de Ramsés, de unos veinte metros de altura cada una...

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Después excavaron un túnel a más de sesenta metros del exterior para construir en roca viva un templo subterráneo de múltiples salas. Este lo llenaron de estatuas colosales, cubriendo las paredes con hermosos geroglíficos y escenas de la vida de entonces...

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El templo dedicado a la esposa de Ramsés fue excavado en otro farallón, a unos cien pasos de distancia del primero...

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El tamaño de estos templos amedrentaban a los científicos encargados de sus rescate. Para colmo de dificultades, la piedra arenisca es porosa, débil y se desmenuza fácilmente...

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"Es imposible moverlos o separar las paredes -decían al principio los expertos-. Si se han de salvar, habrá que salvarlos donde están"...

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Para solucionar el problema se presentaron multitud de planes más o menos ingeniosos, algunos posibles, pero excesivamente costosos, y otros totalmente absurdos...

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Nos explicaron que, un inglés propuso dejar que los templos fueran cubiertos por el agua, pero agua especialmente filtrada, cristalina, que endureciera la piedra. Los turistas podrían verlos entonces desde túneles subacuáticos...

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Un francés recomendó construir un gran dique para proteger los templos contra el futuro lago, y una asociación internacional de estudiantes propuso desviar el Nilo alrededor de los templos utilizando para ello explosivos atómicos...

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Por fin, los expertos decidieron intentar trasladarlos a otro lugar, cosa que hiecieron, y muy bien, por cierto...

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Gracias a "La genialidad" que Dios otorga a algunos hombres, y de acuerdo con el plan oficial, aceptado en 1961 por la República Arabe Unida y la UNESCO, habría que sacr cada templo del farallón cotándolo en un solo bloque, encerrarlo en una "camisa de fuerza" de hormigón reforzado con acero para protegerlo, y luego elevarlo más de sesenta metros por medio de centenares de gatos hidraúlicos que funcionarían simultáneamente...

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El costo total, incluyendo el trabajo de volverlos a armar y de arreglar los terrenos, ascendería a noventa millones de dólares, más o menos...

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En todo el mundo, personas entusiastas trataron de convencer a los gobiernos y a los capitalistas para que suministraran el dinero. Los ingenieros advirtieron que el proyecto fracasaría si no se iniciaba, como muy tarde, en mayo de 1962...

Mientras todo esto ocurría, en aquellos primeros años del 62, nosotras, las amigas de la foto, aún íbamos a la escuela, y Clarisa salió del pueblo con su familia para residir en Barcelona, donde ya residían sus hermanos mayores.

De los templos de Abú Simbel creo que ninguna de nosotras tenía mínima idea de su existencia, pues entonces, como mucho, sábiamos que el Nilo era un río Larguísiiiiiiiiiimoooooooo. Que se desbordaba y los egipcios aprovechaban esos terrenos para sembrar sus cosechas. Que Moisés fue dejado a su suerte en una cesta de mimbre, y lo encontró la hija del Faraón, y que cuando fue mayor, Dios le entregó Las Tablas con los 10 Mandamientos. También sabíamos que separó las aguas del río, y poca cosa más sabíamos... ¡Ah, sí..., hombre! Que Moisés tenía un tocayo en Villarde Cañas, donde ahora van a poner el ATC, que era Moisés el de "Los lobetes"...

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La fecha, mayo del 62 -nos dijo el guía-, pasó y las agua del Nilo que se estaban represando pronto taparían el lugar donde donde se encontraban los templos para siempre...

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Aunque casi desconocido hacía cinco años, Abúl Simbel cobró entonces una meláncolica fama. Los eruditos corrieron a fotografiar, dibujar y estudiar los templos; los turistas se apresuraron a visitarlos antes de que desaparecieran...

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Pero la R. A. U. tenía aún una carta que jugar: un plan alternativo, proyectado por la casa sueca Vattenbyggnadsbyran (VBB) de ingenieros consultores. Este plan consistía en cortar los dos templos en bloques tan grandes como fuera posible (hasta de 30 toneladas) y reconstruirlos en una colina cercana, algo más arriba del nivel del futuro lago...

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En lugar de noventa millones de dólares, este proyecto costaría unos treinta y seis, y su realización tendría dos años menos de duración que el plan anterior...

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Aun así, ¿cómo se iba a hacer para conseguir el dinero? Los países miembros de la UNESCO habían prometido diecisiete millones de dólares, y Egipto apaortaba once millones y medio. Entonces se dio la orden de comenzar...

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En marzo de 1964 se pusieron manos a la obra. Faltaban cinco meses para que el Nilo inundara el lugar, y la única solución era construir a toda velocidad una ataguía neumática alrededor de los templos que mantuviese alejadas las aguas durante los dos años que llevarían los trabajos de salvamento...

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Dada la escasez de tiempo, únicamente la construcción de la ataguía, que media 363 metros de largo por 25 de alto, habría sido una obra difícil en cualquier parte del mundo, pero en Nubia fue una proeza heroica, ya que no había ni caminos ni ferrocarril, y era difícil encontrar obreros...

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Era necesario llevar los materiales, herramientas, maquinaria y trabajadores en barcos desde Asuan, 280 kilómetros río abajo...

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La arena fue un enemigo constante, ya que se introducía en la delicada maquinaria y hacía del mantenimiento de la misma una pesadilla. Pero el peor de los enemigos era el calor...

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Quien haya estado en Egipto sabe muy bien que el calor en verano llega a registrar temperaturas de hasta 38 grados a la sombra y superiores a 50 grados al sol...

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El guía nos iba explicando, y mientras el grupo, no íbamos imaginando cómo debieron sudar aquellas gentes; también imaginábamos las herramientas, que según nos explicaba el guía, al ser metálicas se calentaban hasta tal punto que hubieron de transportarlas en baldes de agua, y los obreros perdían un promedio de cinco litros y medio de sudor cada día...

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El ingeniero consultor y representante en El Cairo de la VBB, recuerda: "Durante aquel verano de 1964, teníamos todos un solo pensamiento: ¿llegríamos a terminar a tiempo la ataguía?"...

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Pues sí, según nos explicó el guía, sí lo consiguieron.
La crecida otoñal del Nilo empezó antes que de costumbre debido a las lluvias veraniegas, especialmente abundantes aquel año, pero se aceleró el ritmo del trabajo llevando más obreros...

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Cuando parecía que las aguas del río ganaban la batalla, los encargados de la presa de Asuan abrieron las compuertas y dejaron pasar cantidades anormales de agua...

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Durante una semana, más o menos, mantuvieron un equilibrio delicado y peligroso: si pasaba demasiada agua por la presa, produciría dañinas inundaciones río abajo; si pasaba muy poca, se presentarían problemas en la ataguía de Abú Simbel...

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A fines de agosto la carrera había terminado victoriosamente. La gran crecida del nilo había pasado y el agua permanecía no venta centímetros por debajo del tope de la ataguía...

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Los constructores lo celebraron brindando con cerveza y deteniéndose un rato a descansar, aunque el descanso no podía ser más largo...

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Ahora, cuando la ataguía estaba terminada, con la ayuda de bombas, el terreno se mantendría libre de agua durante dos años y el proyecto de traslado de los templos a la colina requería exactamente el mismo tiempo: veinticuatro meses...

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Un día, a fines del próximo verano, el agua pasaba por encima de la ataguía e inundaba el lugar...

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Continuó la lucha, y el resultado seguía siendo incierto. Los constructores creían que podían acabar dentro del plazo fijado si no había mayores dificultades (hacía un año que la huelga de estibadores de los Estados Unidos retrasó la llegada de las explanadoras)...

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El trabajo avanzaba lentamente porque no se pudo hacer uso de ciertas máquinas y técnicas comunes de ingeniería...

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Los explosivos, por ejemplo, y el agua, aun en pequeñas cantidades, podría desbaratar la blanada piedra de los templos, y los explosivos rajarían la quebradiza piedra arenisca, ya gravemente hendida y quebrada por el paso de los siglos...

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Sin embargo, era preciso retirar unas trescientas mil toneladas de piedra arenisca de encima de los templos antes de poder empezar a cortar las preciosas paredes...

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Una mañana el ingeniero egipcio Aziz Madkour condujo a Gordon Gaskill al lugar de trabajo y le explicó cómo se procedía. El aram principal era una poderosísima explanadora que arrastraba un enorme gancho agudo...

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Aquel gancho penetraba en la blanda piedra arenisca y la levantaba como un arado. Luego el aparato realizaba una nueva pasada y con su cuchilla echaba a un lado la piedra que acababa de sacar...

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El ingeniero Madkour llevó luego a Gordon por un túnel de hierro corrugado que conducía al interior del Gran Templo...

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Era un bosque de puntales asentados en todas direcciones, con los extremos forrados de gruesas almohadillas de plástico, con el fin de no estropear las valiosas decoraciones de las paredes...

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"Son para proteger al templo contra los efectos de la descompresión -me le explicó Madkour-. Al quitar esos miles de toneladas de peso de encima, la piedra de aquí abajo tiende a dilatarse y a rajarse"...

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A medida que se iba tallando el farallón y que los obreros se acarcaban más a las paredes mismas del templo, era necesario emplear metódos e instrumentos cada vez más suaves, no explicó el guía...

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Muchas de la herramientas habían sido fabricadas expresamente para esta obra. Se dedicaron meses de ensayo para encontrar las sierras precisas, que hiciesen el corte más limpio y angosto...

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Casi todos los aserradores era italianos, procedentes de las canteras de mármol de Carrara. Observando a aquellos expertos trabajar en parejas, tirando y empujando sus largas sierras de mano, el ingeniero dijo a Gordon: "No hay máquinas que corten tan cuidadosamente como ellos"...

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Dónde cortar era siempre un gran problema. Lógicamente, mientras menos eran los cortes y más grandes los bloques, tanto mejor el resultado. Estas decisiones estaban a cargo de una comisión internacional de arqueólogos, ingenieros y arquitectos de siete países...

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A veces los cortes se hacían por las capas naturalmente oscuras de la piedra, o a lo largo de ranuras profundas que eran parte del diseño de los antiguos escultores...

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Un corte que resultaba perfecto en una cara podría dañar los grabados de la cara opuesta, de modo que se presentaban casos difíciles en que había que pedir a los aserradores italianos que hiciesen cortes al sesgo e incluso curvos...

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Cuando se hizo el primer corte en las enormes estatuas sedentes de la fachada del Gran Templo, después de muchas discusiones y estudios de la piedra, se había preparado un plan maestro para cortar toda la fachada en 350 bloques de cinco a treinta toneladas de cada uno, pero una vez desalojado cada bloque, ¿cómo se podía retirar sin estropear las superficies labradas?...

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Para esta tarea se inventó un método especial. Se perforaron cuidadosamente en cada bloque dos o cuatro agujeros, en los que se insertaron varillas de acero estriadas que se aseguraron con resina...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Estas varillas servían de manijas, y así los bloques se podían levatar sin necesidad de eslingas, cables o maromas que podían rozar, y aun dañar, las valiosas superficies...