ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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Alguien que durante el otoño de 19966 tovo la oportunidad de dar un paseo por uno de los bosques más extraordinarios del mundo, situado en un suburbio de Tokio, llamado Omiya, decía lo siguiente:

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A los dos lados del tortuoso sendero por el que paseaba erguían sus copas de perfecta simetría el magnífico pino de cinco agujas, y tronco tan dercho como un mástil; el añoso enebro de nudosas ramas fantásticamente retorcidas por seculares vientos invernales y, en fin, el arce de hojas delicadamente veteadas que empezaban a teñirse de rojo y oro...

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Pero lo extraordinario de aquel bosque no era precisamente la profusión y variedad de los árboles que lo formaban, sino su tamaño: en efecto, ninguno de ellos medía más de noventa centímetros de alto...

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La persona que había invitado a Noel a visitarlo, y que le servía de guía en aquel momento, era un sexagenario japonés de endeble constitución física llamado Kyuzo Murata, considerado por sus compatriotas como el productor más notable del bonsai o árbol enano, al que mediante un cultivo determinado le van dando pintorescas formas...

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La colección de mil árboles de este tipo reunida por Murata crecía en una parcela de media hectárea bautizada por su propietario con el nombre de Kyuka-En o Huerto de las Nueve Neblinas...

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El bonsai, o arte de cultivar árboles enanos, consiste en recortarles las raíces y el follaje, podarlos y sujetarles las ramas con alambres de manera que a pesar de su pequeño tamaño conserven una configuaración proporcionada...

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Este arte fue en otros tiempos privativo de los japoneses, pero hoy día tiene millones de aficionados en todo el mundo...

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Al terminar la Segunda Guerra mundial, los soldados norteamericanos que regresaron del Japón o de Corea contribuyeron a popularizar el bonsai en los Estados Unidos y en los años 70 existían unas cuarenta sociedades de aficionados al cultivo del bonsai, la mayor parte de las cuales radicaban en California y Hawai. En Suiza, Francia, Inglaterra, Canadá, Australia, y el Brasil también existían algunas sociedades de este tipo...

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Durante los azarosos días de la Segunda guerra mundial, un japonés llamado Kyuzo Murata logró conservar casi sin ayuda la tradición del bonsai. La persistente úlcera gástrica que padecía desde su juventuz le había obligado a establecerse, por consejo facultativo, en Omiya, cuyas aguas tenían fama de ser tan saludables para el hombre como apropiadas para el cultivo de árboles en miniatura...

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La convivencia con las personas que se dedicaban a dicho cultivo le animó a quedarse e imitarlas; los resultados que obtuvo le demostraron que tenía buenas aptitudes para dicha labor, así que andando el tiempo, los bonsais de Murata se convirtieron en uno de los mejores de Omiya...

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Sin embargo, parecía que la mala suerte que había perseguido al bonsai en los años anteriores continuaba vigente. En efecto, Omiya, llamada en el Japón la capital del bonsai, se había convertido en centro principal de dicha industria después del terremoto y los incendios que asolaron Tokio en 1923...

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El siniestro había arrasado el sector de Kanda, donde muchos de los ejemplares de los mejores aficionados nipones cultivaban en los jardincillos de sus casas árboles en miniatura de gran belleza...

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Una veintena de los principales cultivadores de Kanda se estableció en Omiya, Pero cuando su trabajo comenzaba a dar fruto, estalló la Segunda Guerra Mundial. La consiguiente movilización, y la urgencia de aumentar al máximo la producción de alimentos, ocasionaron una lógica y progresiva disminución del número de hombres dedicados al cultivo del bonsai...

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De los veintitrés que se dedicaban a dicha labor en Omiya a fines del decenio de 1930, sólo quedó uno: Kyuzo Murata...

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Aunque su delicada salud le había eximido del servicio militar, las autoridades locales le ordenaron que abandonara el bonsai, cuyos cuidados requerían todo su tiempo, y se dedicase de lleno al cultivo de arroz...

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Murata apeló ante el jefe de la caja de reclutamiento del distrito, que, casualmente, resultó ser amigo de su familia, el cual revocó la oden en consideración a que, según el aforismo japoné, "el bonsai demuestra la significación de lo insignificante"...

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Desde entonces Murata pudo consagrarse plenamente a sus bonsais, pero al concluir la guerra no tenía dinero para atender al sostenimiento del huerto y carecía de clientela para la venta de los arbolitos..

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Ya estaba dispuesto a abandonar el bonsaiy dedicarse a una ocupación más lucrativa, cuando la suerte cambió cierta tarde de noviembre de 1945...

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Del automóvil que acababa de detenerse a la entrada del huerto descendieron el teniente de navío Leo Ball, de la Armada estadounidense, y John Mercier, corresponsal de un periódico de Washington, aficionados ambos a la horticultura...

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Deseaban conocer el famoso huerto de árboles enanos, en el que permanecieron varias horas admirando con entusiasmo de entendidos en la materia los ejemplares reunidos en él por Murata...

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Este, entusiasmado, fue a buscar el álbum de autógrafos, que tenía olvidado desde hacía cuatro años, y se lo ofreció a sus visitantes, quienes, muy gustosamente, expresaron por escrito la maravillosa impresión que les había causado su visita...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Al marcharse los norteamericanos, Murata hizo que le tradujesen lo que estaba escrito en el álbum. La entusiasta y cordial sinceridad de los elogios de dos personas que hasta muy poco tiempo antes habían sido enemigos de su patria, le animó a continuar con el bonsai...