Luz fijo a 0,11115 €/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

En la época de matanzas se podían escuchar historietas o cuentos como este que oí una vez a una persona mayor, y que para aquella época resulta un poco subido de tono...

...
Según explicaba aquel hombre (su nombre lo omito), uno de Villar de Cañas tuvo que ir a Madrid un verano para arreglar uns asuntos, y tomó una habitación en una casa de huéspedes de las del centro. Por aquella época había pocos pupilos en estas casas y sus compañeros se reducían a un Teniente de Caballería y un Empleado de Hacienda, a más de los dueños de la casa, matrimonio ya entrado en años...

...
Según decía, tenían en la casa una criada montañesa, mujer de unos veintipocos años; alta, morena, de ojos grandes y oscuros, labios rojos, incitantes caderas y pechos tan desarrollados y robustos, que tenían un ligero movimiento cuando andaba...

(Cuando llegó la explicación aquí, yo no pude por menos que pensar en la quincallera o en alguna más de ese estilo, que era que, si no andaban listas ahogaban a sus hijos lactantes entre carnes)

...
Contaba el cuentacuentos, que nada más verla, produjo en el del "Coci" tal impresión, que empezó a requebrarla y a permitirse alguna que otra confianza, siempre que tenía ocasión, así que una noche, de esas noches de verano, en que el calor sofocante que se siente hace que apenas se respire en la calle, y por consiguiente menos se respire en las casas, se encontraba en su habitación acostado y sin poder dormir, fija en la mente la figura de la Pepa (que este era el nombre de aquella sirvienta), con sus formas exuberantes y su mirada acariciadora, prometiendo una borrachera de placer...

...
Así que, entre el calor y aquellos pensamientos, el del "Coci" se encontraba en una situación que le hizo decidirse a ir y hablar claro con la Pepa...

¿Y qué mejor ocasión que aquella, que estaría solita en su cuarto y por consiguiente nadie les molestaría...?

...
Y así, a oscuras y sin candil, y con toda clase de precauciones, -decía aquel hombre que-, el de Villar de Cañas, se dirigió a la alcoba donde dormía la montañesa, situada en la cocina. Llegó al fin, y... ¡Oh felicidad!, la puerta estaba entornada y empujándola suavemente pudo entrar en la habitación...

...
El hermano X, siguió contando que, en la habitación, un olor especial, voluptuoso, puso al del "Coci" los nervios en tensión; avanzó un poco y escuchó con la oreja bien colocada. Sólo se oía una respiración tranquila: estaba durmiendo...

...
Pues bien, al procurar orientarse en aquella oscuridad reinante, su mano tocó una cara suavísima, que le recordó a la Virgen de la cabeza, y bajando un poco la cabeza, depositó en ella un beso apasionado, el cual fue contestado por un sonoro bofetón terrible; y, al querer sujetar aquella mano que tan mal correspondía a sus caricias, se encontró con que eran dos las personas que había en el lecho y una de ellas varón, y que este menudeaba de tal manera sus golpes, que la defensa del paisano aunque este la intentaba era casi imposible...

...
En la refriega, según explicaba el cuentacuentos, salieron a la cocina; y resbalando, el del "Coci" cayó sobre un botijo grande que estaba junto al cuarto de Pepa. Esta al verlos luchar, comenzó a gritar como verdulera de mercado pidiendo auxilio; entonces el adversario de nuestro paisano, acudió a ella para que callara, y el del "Coci" al verse libre, escapó a su habitación, con el alma llena de amargura y desesperación, y el cuerpo de contusiones y agua...

...
Hacía sólo un momento que se había metido en el sobre, es decir, en la cama, cuando, dieron dos golpes en la puerta; abrió nuestro paisano, y se encontró con el patrón, que en un tono bastante áspero, lo despidió de su casa por inmoral, y al tratar de defenderse el de Villar de Cañas, decía el cuantacuentos que dijo: Caballero no se moleste. Pepa me ha confesado todo, usted, ha querido violarla, ella ha resistido, y en la lucha han roto ustedes un botijo, sirviendo el agua de prueba para descubrirle, pues ha dejado usted marcadas sus pisadas en el corredor...

...
Al día siguiente, decía el que explicaba el cuento, nuestro paisano se marchó de aquella casa renegando de las criadas montañesas con formas exuberantes y de los botijos que se rompen tan a destiempo y cuando iba a renegar también de los botijeros, y ya en la escalera, se encontró con el Teniente de Caballería que se despidió de él muy amablemente y dibujando en su boca una sonrisa algo burlona.
Y EL CUENTO, COLORÍN, COLORADO..., ¡POR ALGUNA NARICILLA CHATILLA SE HA ESCAPADO!