La hija de mi vecina, de cuatro años, es particularmente inquieta a la hora de irse a dormir. Así que, una noche en que empezó a hacerle a su madre toda clase de preguntas, ésta le aconsejó que cerrara los ojos y se imaginara cosas bonitas.
- ¿Qué cosas- preguntó.
-Flores, por ejemplo.
- ¿Exactamente qué flores? -insistió.
-Desesperada, mi vecina le pidió que imaginara un campo de ovejas y las fuera contando tal como fuesen pasando frente a ella.
Pasó un lapso que le supo a triunfo, hasta que se oyó su vocecita inocente:
- ¿Qué sigue después de 39, mamá?
- ¿Qué cosas- preguntó.
-Flores, por ejemplo.
- ¿Exactamente qué flores? -insistió.
-Desesperada, mi vecina le pidió que imaginara un campo de ovejas y las fuera contando tal como fuesen pasando frente a ella.
Pasó un lapso que le supo a triunfo, hasta que se oyó su vocecita inocente:
- ¿Qué sigue después de 39, mamá?