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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

ESTAMPA DE ENERO.

Enero es un mes tan cargado de expectaciones que casi resulta doloroso. El Sol vuelve de nuevo, ¡qué duda cabe!, pues la aurora llega un minuto más temprano cada mañana, y la luz del ocaso dura un poco más cada vez. El gato de mi vecina, echado en la nieve, parce una sombra, y sus dorados ojos parpadean a la luz áurea del Sol esperando que su "ama" vuelva de los grandes almacenes donde hace unas horas comenzaron "las rebajas"...

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La luz. Enero es el mes de la luz, y aunque mucho se ha hablado de él, nunca en estos términos: se le ha llamado Luna del Gran Frío, Luna de Agua Helada, Mes de Capricornio, Mes de las Dos Caras. Este último sobrenombre es el que mejor le cuadra. No por la hipocresía que suele atribuirse a Jano, el dios de la mitología romana de cuyo nombre procede el de este mes...

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Este último nombre es el que le queda mejor, porque enero muestra abiertamente al mundo una cara oscura y otra brillante. Trae consigo el deshielo que sigue a las nevadas, y el aire cálido que sucede a la tempestad...

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Casi a flor de tierra aparecen nubarrones de los que se desprenden esos bailarines cristalinos de la atmósfera, los copos de nieve, que salpican los árboles y dejan huellas ondulantes en sus troncos. La nieve, que pasa junto a los cristales de las ventanas como humo, y deja el aire lleno de perlas...

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El aire se llena de cuajadas perlas, y el mar, el cielo y las montañas se tiñen de un gris uniforme y frío, hasta que los rayos del Sol tocan una connífera o un leño pelado, dándoles unos tonos ocres-anaranjados, y es que los mira el ojo del día, como suelen llamarlo los POETAS...

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Los astrólogos relacionan el color marrón, entre otros colores con la constelación de Capricornio, que le da nombre al signo del Zodiaco que corresponde al mes de enero.
La leña que se apila en los cobertizos y leñeras, recibe la misma luz, y súbitamente cobra vida, casi como si se hubiera encendido: el cedro rosado, el abeto castaño, el aliso tostado, que florecen a los rayos del Sol de enero como nosotros, los humanos, al calor y a la luz de la amistad y el amor...

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Según los antiguos, Capricornio estaba protegido por Vesta, la diosa del hogar, del fuego doméstico. Los leños que arden podrían ser de un granate, piedra de quienes nacen en este mes; también, con imaginación, y más intenso color, un clavel encarnado, la flor que se le atribuye...

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Cuando pienso en enero, pienso en una flor; esto no resulta descabellado, si recordamos los jardines que florecen en las ventanas escarchadas.
Enero: flores de copos de nieve y hielo; flores-estrellas del cielo. Lumbre en la chimenea, y todos recogidos en casa a la par de la lumbre...

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Expectaciones y promesas de vida y belleza en cada parcela, en cada tocón, planta o corriente helada donde tubérculos, mariposas, escarabajos, avispas, arañas, muerciélagos, culebras, salamandras, grillos y pestíferos mosquitos esperan a que pase el invierno...

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En enero, nuestra nave zarpará con la pleamar de un nuevo año; con una estrella que le señalará el rumbo. El Sol ascenderá por el cielo, como Pan, el dios fauno, sube por las antiguas colinas, y como el gatito negro de mi vecina trata de encaramarse a un sauce llorón cubierto de nieve casi de 125 centímetros de altura.