Mientras crece la espectativa, esta mañana, en lugar de un chiste, les voy a explicar un cuento.
Dicen que fue en una de esas noches de diciembre, crudas y desapacibles, en que el aire helado del Guadarrama, corta la carne con sus besos traidores, que parecen sutiles pinchazos de agujas finísimas...
Dicen que fue en una de esas noches de diciembre, crudas y desapacibles, en que el aire helado del Guadarrama, corta la carne con sus besos traidores, que parecen sutiles pinchazos de agujas finísimas...
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Las calles estaban desiertas, como suelen estarlo los pequeños pueblos manchegos en esa época del año, que no se ve por ellas ni un alma. El viento silvaba con furia colándose por las rendijas de puertas y ventanas y resonando en las chimeneas con quejidos lastimeros. Arrastraba en su vuelo vertiginoso infinidad de hojas secas que entonaban monótonas canciones de melancolías invernales, medrosas e inarmónicas como estrofas de un astro salvaje...
Las calles estaban desiertas, como suelen estarlo los pequeños pueblos manchegos en esa época del año, que no se ve por ellas ni un alma. El viento silvaba con furia colándose por las rendijas de puertas y ventanas y resonando en las chimeneas con quejidos lastimeros. Arrastraba en su vuelo vertiginoso infinidad de hojas secas que entonaban monótonas canciones de melancolías invernales, medrosas e inarmónicas como estrofas de un astro salvaje...