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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Mientras crece la espectativa, esta mañana, en lugar de un chiste, les voy a explicar un cuento.

Dicen que fue en una de esas noches de diciembre, crudas y desapacibles, en que el aire helado del Guadarrama, corta la carne con sus besos traidores, que parecen sutiles pinchazos de agujas finísimas...

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Las calles estaban desiertas, como suelen estarlo los pequeños pueblos manchegos en esa época del año, que no se ve por ellas ni un alma. El viento silvaba con furia colándose por las rendijas de puertas y ventanas y resonando en las chimeneas con quejidos lastimeros. Arrastraba en su vuelo vertiginoso infinidad de hojas secas que entonaban monótonas canciones de melancolías invernales, medrosas e inarmónicas como estrofas de un astro salvaje...

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Era la media noche; la hora solemne del misterio y de "las brujas". Junto al quicio de una puerta, y envuelta en una pelerina gris, sucia y haraposa, una pobre muchacha gemía implorando una limosna a los escasos transseuntes que pasaban...

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Era hermosa, con cara de virgen blanca, con esa hermosura pálida y exangüe que el hambre cotinua y el continuo sufrimiento, imprimen con huellas imborrables, en un rostro juvenil y delicado. Cuentan que su vida era la síntesis de una dolora tristísima, el argumento de un drama folletinesco...

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Sola desde los seis años, había rodado por esos mundos de Dios sin padre ni madre, ni perrillo que la ladrase, viviendo siempre de la caridad de las buenas gentes, de la limosna diaria, como vivían El Pichichi y Domingo, El Tonto de la Errá....

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Al principio, cuando era niña y comenzo a vivir así, como un pequeño "gorrino de San Antón", todo el mundo se ocupaba y se compadecía de sus desgracia, de su amarga existencia y soledad. Después... cuando la crisálida se hizo mariposa, cuando sus ojos hermosísimos empezaron a mirar con codicia de mujer, y el alma apasionada se asomaba a sus labios encarnados con ensoñadores arrobamientos, la gente empezó a mirarla con cierto desdén mortificante...

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Las limosnas decrecieron con rapidez, y las mujeres le decían con descaro: Trabaja, eres joven y puedes ganarte la vida". Los hombres..... los hombres le negaban la limosna, haciéndole proposiciones que encendían sus mejillas en arrebolados círculos de fuego...

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Así hallando en todas las almas un sepulcro de nieve que apenas la dejaban respiar, soportando con santa resignación los desprecios de los unos y de los otros, había pasado la niña dos años crueles, llenos de privaciones y de hambres, rociando su amargo penar con amores de lágrimas cristalinas...

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Contaban las comadres del lugar que, la niña al llegar aquella noche glacial de Diciembre, hacía ya dos días que no probaba bocado. Sus miembros ateridos de frío, extenuados por la debilidad, comenzaban a flaquear negándose a sostenerla...

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Allá a lo lejos, en el otro lado de la calle, le pareció ver la silueta de un hombre que avanzaba hacia ella rápidamente, envuelto en un largo gabán de pieles. La pobre muchacha salió al medio de la calle, y al pasar aquel caballero, se acercó a él lloriqueando:
- ¡Señorito, por Dios, una limosna; hace dos días que no como, me estoy muriendo de hambre y frío... ¡Ayúdeme!...

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El hombre la miró, escudriñando descaradamente su rostro, y le dijo:
- ¿Sabes que eres muy bonita?
La hambrienta bajó la cabeza, miró al suelo avergonzada y calló.
El hombre continuó:
¿Quieres cenar conmigo?, ¿Quieres?...
Site decides, yo te aseguro que no pasarás más hambre en tu vida...

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Hubo un largo rato de silencio. La muchacha temblaba de pies a cabeza, secando sus lágrimas con un pico de la pelerina.
El hombre la miraba con ojos de sátiro hambriento.
-Señorito, dijo la niña-, por Dios; yo soy honrada, yo...
-Vamos, decídete pronto, que hace un frío horrible. ¿Vienes o no vienes?
Hubo otro rato de silencio, solemne, majestuoso.
- ¿Vienes?- repitió el caballero- ¿Vienes? Y se echó a caminar calle arriba...

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Cuentan quienes la vieron, que no fueron muchos, que la muchacha vaciló un momento; su cuerpo se rendía al hambre, al frío; los ojos dejaron de llorar, brillando en la oscuridad como un rayo de luz de Enero; sus labios murmuraron por lo bajo un rumor de palabras que parecían el siseo de una oración recatada...

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- ¿Vienes?- repitió la voz del hombre que se alejaba.
¡Y la pobre niña fue...!

Nadie supo nunca a dónde fue, aunque todos saben que nunca volvió para explicarlo, pero tanto ellos como nosotros, sabemos casi con certeza, cuál era su destino...

Pastor y yo.