ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

UN ARTE DIFÍCIL: SER PADRES.

La guerra entre padre e hijos no es, ni mucho menos, un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia, censurar a la juventud ha constituido una especie de tónico para los mayores...

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Los jóvenes a su vez, y esto es lo más importante, siempre encontraron muy "higiénico" desafiar a los de más edad, aunque ahora mucho más que hace 60 años, cuando el respeto al padre de familia, era casi sagrado...

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Hemos de tener presente que el crecimiento es un proceso que exige oposición a una serie de determinados elementos, una especie de guerra limitada contra un adversario digno. Mediante esta oposición, enfrentándose a las limitaciones que le imponen sus padres, el niño se hace hombre...

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Según se ha podido demostrar en diferentes estudios, la futura independencia del niño requiere dos elementos esenciales: en primer lugar, unos padres enérgicos pero cariñosos que se respeten mutuamente y que le puedan servir de ejemplo durante su desarrollo...

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En segundo lugar, oportunidad de probar su capacidad para el trabajo y el afecto. A menudo se afirma que todo esto ha desaparecido, pero cabe preguntarse si dicha afirmación es cierta...

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Acusar a los padres de haber fracasado en su misión es olvidar el sorprendente hecho de que, en la actualidad, la mayoría de los jóvenes trabajan más, piensan y aman con mayor intensidad e incluso tienen mejor aspecto que los de cualquier generación anterior. Y, sin embargo, son bastantes los jóvenes descontentos...

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Los enormes cambios tecnológicos operados en la cultura occidental han alargado progresivamente la niñez y disminuido sensiblemente el contacto entre las distintas generaciones. Hasta hace relativamente poco, la pubertad se iniciaba a los catorce o quince años, y muchos jóvenes se casaban unos pocos años más tarde....

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Hoy día se tiende a que la permanenecia de los estudios en Institutos y Universidades sea más larga, con el fin de que la juventud salga mejor preparada para enfrentarse a la vida en una sociedad tan compleja como la nuestra...

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De otra parte, irónicamente, la mejor nutrición ha acelerado la pubertad; desde el punto de vista biológico, los jóvenes se hacen adultos a los doce o trece años, aunque a menudo dependan económicamente de sus padres hasta incluso, más hallá de los 25. De hecho, pueden pasar más de 10 años antes de que se conviertan en verdaderos "adultos"...

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Nada tiene de malo segregar a los jóvenes -lo que se hace en la mayoría de los casos- con el fin de fortalecerlos para que puedan desempeñar tareas sumamente complejas. A pesar de ello, son tantos los fracasos que debemos preguntarnos por qué algunos de los jóvenes más privilegiados se encuentran tan mal preparados para la vida...

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Una de las razones, creo yo que es la falta del tipo de experiencias que ayudan a la autoformación del indivíduo. El movimiento "hippie" de los años 60, surgió en parte, por un deseo de aventuras y de autosuficiencia...

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Aquellos jóvenes no tuvieron la oportunidad de trabajar en algo que saciara, siquiera parcialmente, su sed de aventuras, y rara vez pudieron ayudar a sus padres en sus quehaceres...

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Está comprobado que la ausencia del padre resulta sumamente perjudicial en la educación de los hijos, sobre todo si son varones. Los efectos que ésta ocasiona van desde la ausencia de la propia estimación hasta apetito desmedido por una inmediata recompensa y profunda suceptibilidad a ser influido por la masa...

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A menudo el padre se preocupa más por adaptarse a las exigencias de su hijo que éste de respetar las de aquél. Para evitar "herirle" le protege contra la autoridad de los mayores y tolera sus arranques...

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Dominados por ese temor, algunos padres débiles hacen la vista gorda ante las faltas graves de sus hijos, y llegan incluso a sobornarles con valiosos regalos. Otros hay que por su mal sentido de la modernidad compiten con sus hijos en la realización de todo tipo de locuras, privando a éstos de límites morales frente a los que probarse a sí mismo...

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Tanto por excesiva tolerancia como por celo extremado, son muchos los padres de la clase media cuya "carrera" como tales sigue esta triste evolución: de la alegría del nacimiento al deprimente lamento: " ¿En qué nos equivocamos?"...

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La respuesta es descorazonadora. Estos padres fracasados suelen ser personas frustardas que se escudan en sus hijos para oculatr sus propios problemas emotivos. Nunca se han parado a mirar o escuchar a sus hijos. No comprendieron que la paternidad exige una dedicación completa...

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Estos padres no conciben que su difícil tarea consiste en enseñar a sus hijos a ser íntegros, inculcándoles el sentido de la propia estimación que contribuye a formara hombres y mujeres física y síquicamente capaces de enfrentarse a los baches de la vida...

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¿Como se llega a ser un buen padre?
Todos los que somos padres, y quien dice padres, dice también madres, no llegamos a ese momento, por más que nos hayamos empeñado en ello, en llegar con la lección aprendida, porque una cosa es la teoría, y otra la práctica, y como todos sabemos, cada persona, en este caso los hijos, es ella y sus circunstancias...

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Por muy poco inteligentes que seamos, todos estaremos de acuerdo en pensar que la educación no se ha de dejar para cuando nuestro hijo, o hijos, tengan 10 o 12 años; creo que ésta ha de comenzar desde el mismo momento de nacer, así como también creo que, el mayor secreto reside en la comunicación...

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Muchas personas ignoran por completo cómo piensan sus hijos y es porque nunca les han concedido la oportunidad de explicarse. Todos, o casi todos nosotros, hemos escuchado más de una vez la tan manida respuesta: "Ahora no puedo. ¿No ves que estoy ocupado/a?. La consabida respuesta no debería existir en el vocabulario de los buenos progenitores...

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Todos los padres deberíamos llevar grabada en el corazón la palabra "ESCUCHAR". Creo que es vital para los niños, a fin de que puedan desahogarse, que los padres les dediquen regularmente parte de su tiempo. "Gaste en sus hijos tiempo, no dinero", dijo un educador...

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Si la palabra "escuchar" es imprescindible, desde mi punto de vista, para una buena educación, un elemento básico de toda comunicación es "saber" ayudar al hijo a expresar sus incipientes sentimientos. Sólo así se podrán después analizar...

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Una de las experiencias que tengo de cuando fui madre "educadora" es lo poco eficaz que resulta regañar o razonar con un chico enfadado; los sentimientos impetuosos no se aplacan con sólo una orden, sino más bien con el esclarecimiento que se opera en la mente del chico cuando el padre o la madre le expliaca la naturaleza de los problemas que le acongojan...

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Dar unos azotes a un pequeño que nos grita "NO TE QUIEROOOOOOOOO" sólo sirve para que este acumule una carga de de ira que puede ser causa de futuros desmanes. Si somos inteligentes le deberíamos escuchar con paciencia y decirles algo parecido a "comprendo como te sientes" y esperar unos minutos...

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Saberse comprendido reducirá su enfado hasta tal punto que él mismo logrará dominarlo. Recuperar la confianza en sí mismo es mejor medicina para un estado de frustración que una reprimenda.

¡Nunca olvidaré esto que un día me dijo mi suegra!: "Nena, es treu més amb mel que amb fel", que en castellano dice " Niña, se saca más con miel, que con hiel", y la verdad es que es una medicina bastante "resultona"...

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Se debe establecer una clara separarción entre lo que podríamos llamar "intercambio de opiniones" y la anarquía. Cómo y cuándo distinguir entre una y otra depende en parte de la edad de la criatura. Dicen los que entienden bien de estos asuntos, que nada desea más un niño como que le pregunten si "quiere" hacer esto o lo otro...

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Si se consulta con cualquier pediatra seguro que os dirá que, "simplemente, cumplan con su obligación". Es decir, a la hora de acostarse, obligad a vuestros hijos o nietos a hacerlo sin contemplaciones. Naturalmente, todas las normas deben ser razonadas, pero una vez que lo han sido, hay que hacérselas cumplir a rajatabla...

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Cuando se deja a un pequeño hacer algo que él sabe que está mal o es peligroso, éste siente que sus padres no lo quieren... y no le falta razón. Aunque parezca una idea anticuada, los crios continúan necesitando que les manden y les guíen...

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ener disciplina significa ser discípulo", decía un conocido sicoanalista; etimológicamente, ambas palabras se derivan del mismo término latino. Los niños se convierten en discípulos de los padres que se quieren y se apoyan mutuamente; padres cuyo respeto y espontánea alabanza al trabajo bien hecho dibujan en sus hijos una imagen positiva de sí mismos...

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Sin embargo, ante todo, debe haber sinceridad, ya que lo fingido rara vez pasa inadvertido a los chavales...

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En las familias donde hay disciplina el "sí" y el "no" se pronuncian con idéntico cariño. Los hijos aprenden a esperar; los padres se niegan a compranles esto o aquello hasta que demuestran estar preparados para saber utilizado sabiamente. En estas familias el dinero que se da a los hijos para sus gastos no es un soborno, sino algo para que aprendan los principios de una buena administración...

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Un medio excelente de lograr un tipo de familia avenida consiste en que padres e hijos hagan cosas juntos: juegos en familia, excursiones, proyectos, discusiones de política, religión, filisofía o lo que fuere...

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Estas actividades ponen de relieve una serie de habilidades de los mayores que los jóvenes aspiran poseer. (el mero hecho de que debido a la discrepancia de opiniones se cree una cierta tensión durante la comida no es motivo para renunciar a comer juntos)...

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La comida en unión constituye un momento ideal para analizar los problemas de cada uno e intentar solucionarlos.
Muchos hombres cuyo trabajo les obligan a trabajar muchas horas a la semana podrían iniciar un nueva actividad: reunirse con su familia...

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Aprender de nuevo a ser padres tal vez les siviera para dar un nuevo valor a sus a sus ideales y rehacer sus vidas. El trabajo es importante, pero el aumento de la venta de jabones, pongo por caso, no debe destruir el proceso de la educación de los hijos...

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No existe motivo para creer que la incomprensión entre padres e hijos sea un obstáculo insalvable; como tampoco la hay para que ambos aprendan a luchar juntos por un ideal, en lugar de hacerlo entre sí.