Conozco a un padre que era gran aficionado a la literatura, y cada vez que salía de su casa, le decía a su hijo con un tono extraño:
- Escondí la llave de mi librería debejo del reloj del cuarto de estar; he prohibido que se lean mis libros. Así con encantadora complicidad, su hijo llegó a leer la mayoría de sus autores favoritos antes de cumplir los 15 años.
¡Basta que te prohíban una cosa, para que te apetezca más!
- Escondí la llave de mi librería debejo del reloj del cuarto de estar; he prohibido que se lean mis libros. Así con encantadora complicidad, su hijo llegó a leer la mayoría de sus autores favoritos antes de cumplir los 15 años.
¡Basta que te prohíban una cosa, para que te apetezca más!