LAS ASOMBROSAS ARAÑAS.
¡Hay que ver, lo poco que me gustaban a mí los bichos del campo, cuando era pequeña! Había algunos, como por ejemplo las arañas, que cuando veía una, y en el pueblo era el pan nuestro de cada día el hecho de ver "bichos", era tanto el repelús que me daba que sin tener ganas, me hacían bailar. Sí, sí, bailar, así como suena.... Los pies se me iban uno tras otro, para arriba y para abajo, que más que una chica alconchelera parecía el Negro Zumbón, bailando alegre el bayón, algo así como cuando bailaba Cantinflas...
¡Hay que ver, lo poco que me gustaban a mí los bichos del campo, cuando era pequeña! Había algunos, como por ejemplo las arañas, que cuando veía una, y en el pueblo era el pan nuestro de cada día el hecho de ver "bichos", era tanto el repelús que me daba que sin tener ganas, me hacían bailar. Sí, sí, bailar, así como suena.... Los pies se me iban uno tras otro, para arriba y para abajo, que más que una chica alconchelera parecía el Negro Zumbón, bailando alegre el bayón, algo así como cuando bailaba Cantinflas...
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Ahora me pongo a pensar, y me digo a mí misma, que aunque el que tuviésemos miedo de los "bichejos" no nos quitaba la tentación que muchos de nosotros teníamos, cuando veíamos una telaraña de color grisoso en cualquier agujero de cualquier pared, bien sea de pajar, corral, patio, o porche, de buscar un "palotejo" y primero, destrozar todo el cerco del agujero donde la araña había tejido la puerta de su morada, y a continuación, comenzar a "hulgar más adentro" hasta que la pobre araña, cansada de lo cansinos que éramos con tanto dale que dale al palotejo, salía del agujero con cara de mala leche (así la vaía yo por lo menos). La mayoría de las veces, terminaba muerta bajo un golpetazo de una zapatilla, pero como la araña saliese del agujero, presumiendo de gorda y hermosa, y encima peluda, salíamos corriendo a más no poder, como alma que se lleva el diablo y sin echar la vista atrás, por si acaso...
Ahora me pongo a pensar, y me digo a mí misma, que aunque el que tuviésemos miedo de los "bichejos" no nos quitaba la tentación que muchos de nosotros teníamos, cuando veíamos una telaraña de color grisoso en cualquier agujero de cualquier pared, bien sea de pajar, corral, patio, o porche, de buscar un "palotejo" y primero, destrozar todo el cerco del agujero donde la araña había tejido la puerta de su morada, y a continuación, comenzar a "hulgar más adentro" hasta que la pobre araña, cansada de lo cansinos que éramos con tanto dale que dale al palotejo, salía del agujero con cara de mala leche (así la vaía yo por lo menos). La mayoría de las veces, terminaba muerta bajo un golpetazo de una zapatilla, pero como la araña saliese del agujero, presumiendo de gorda y hermosa, y encima peluda, salíamos corriendo a más no poder, como alma que se lleva el diablo y sin echar la vista atrás, por si acaso...
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Todo esto lo hacíamos antes de saber, porque nadie nos lo había explicado, ni lo habíamos "dao toavía" en la escuela, que aunque nos cueste de creer, la presencia de las arañas en el mundo resulta beneficiosa para el hombre ¡Quién nos lo iba a decir...!
Todo esto lo hacíamos antes de saber, porque nadie nos lo había explicado, ni lo habíamos "dao toavía" en la escuela, que aunque nos cueste de creer, la presencia de las arañas en el mundo resulta beneficiosa para el hombre ¡Quién nos lo iba a decir...!