ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

JUAN EL BAUTISTA.

Un grupo de dignatarios se dirige hacia el desierto para hacer a un hombre una importante pregunta. Cuando le encuentran en el río Jordán, donde se encuentra bautizando y predicando, le dicen: " ¿Tú, quién eres?" El confiesa: "No soy yo el Mesías". "Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías? ¿Eres el Profeta? Al contestar que no le insisten: " ¿Quién eres?, para que podamos responder a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?" Y Juan contesta: "Yo soy la voz del que clama en el desierto"...

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¡Cómo me hacen recordar mis años escolares, cualquiera de los textos de cualquier Evangelio! Parece que no han pasado los años, que es sábado por la tarde, y que Doña María se encuentra frente a la pizarra, dando la espalda a las chicas que, sentadas en nuestros bancos de madera, unas veces nos daba por hacer muecas y "tonterías" sólo con el fin de hacer reir a las demás, para ver si la señorita las "pillaba" riendose (que malotas), o bien, mirábamos atentamente cómo iba dibujando, en un apartado de la pizarra, el dibujo perteneciente al Evangelio que al día siguiente, domingo, el cura nos recordaría en la Iglesia.
El dibujo y el texto del Evangelio lo copiaba de un viejo libro de los Evangelios, que seguramente ya había utilizado la maestra en la época que mi madre también iba a la escuela; como éstos, los Evangelios, cada año se repetían, nada más ver el dibujo al lado izquierdo de la pizarra, ya sabíamos de qué trataba el Evangelio del domingo.
Mientras ella escribía el texto, nosotras dejábamos las"tonterías" para otro momento y nos poníamos a copiar lo mejor que sabíamos el dibujo recien acabado, donde se podía ver, unas veces a Jesús, otras a los apóstoles, otras a San Pedro, otras las bodas de Canaan con sus tinajas llenas de vino que antes había sido agua, otras El Sermón de la Montaña, La multiplicación de los panes y los peces, La resurrección de Lázaro.... ("Lázaroooo, levántate y andaaaaaaaaaaa")...

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En cuanto élla, la maestra, terminaba su faena, nosotras a copiar lo había escrito en la pizarra a todo trapo, porque sabíamos que después, una vez acabadas las clases (nosotras decíamos acabada la escuela), sabíamos que la merienda nos estaba esperando; unas veces era pan con chocolate, otras pan con carne de membrillo, otras pan con una naranja "sanguina"... ¡Teníamos que comer mucho, porque estábamos en la edad de crecer, y sobre todo, algunas, (Ejem, ejem) engordar...

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Aquella enigmática figura del desierto, Juan "el Bautista", se eleva como un coloso de la desolación y la confusión, -el desierto- de su propia época según lo escrito sobre él...

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Precursor de Cristo, fue, al mismo tiempo, el último de los profetas y el primer gran predicador de lo que había de ser la Cristiandad...

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Se dice que el propio Jesús atestiguó su genio: "En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha aparecido uno más grande que Juan el Bautista"...

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¿Qué clase de hombre había, entonces, tras aquella voz? El Bautista, durante muchos siglos tema favorito de los artistas europeos, ha sido generalmente representado como una criatura del desierto, alta y enflaquecida, de largos cabellos y barba, levantando la mano en un gesto imperiosos, con sus ojos extraños arrojando un fuego que no parece de este mundo...

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Su inflexible fuerza moral debió de haber hecho estremecer hasta la médula a quienes le escuchaban: "Raza de víboras, ¿Quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza?"

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Para poder comprender la vehemencia de Juan debemos revisar el fondo de los acontecimientos que le impulsaron a "gritar" como lo hacía...

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Palestina era entonces un país conquistado, incorporado el año 63 antes de Jesucristo al vasto imperio de Roma, y regido por una dinastía de gobernantes marionetas, cuyo último miembro era el detestado Herodes...

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Bajo tan sombrías perspectivas, la antigua esperanza judía de un Mesías que liberase a Israel de todos sus infortunios asumía un nuevo y poderoso significado. Juan no era aquel liberador, pero conocedor de que uno más "poderoso que él" iba a venir, se arrojó con fervor sobrehumano a la tarea de abrirle el camino...

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El objetivo de Juan el Bautista era una renovación espiritual que preparase a los judíos para la era mesiánica. La historia de su vida se nos relata, con la simplicidad de un cuento, en el Evangelio de San Lucas...

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Zacarías, el digno y anciano sacerdote, vio aparecérsele un día un ángel del Señor que le dijo: "Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, al que pondrás por nombre JUan... y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor su Dios". Pronto, a pesar de que había sido estéril, concibió Isabel...

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Durante su embarazo la visitó una pariente, María, esposa de José, que estaba también embarazada. Cuando nació Juan, unos seis meses antes que Jesús, su padre se llenó de gozo: "Tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo... para iluminar a los que están sentados entre tinieblas y sombras de muerte"...

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¿Se conocieron Juan y Jesús en su niñez? Aunque cuadros célebres de Leonardo de Vinci, Rafael y Miguel Ángel muestran a los dos niños jugando, el propio Juan diría más tarde de Jesús: " Yo no le conocía". El pueblecito de la colina donde se cree que Juan nació y se crió se halla lejos de Nazaret, donde Jesús pasó su vida oculta...

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COMIENZO DE LA MISIÓN.

En edad juvenil, Juan decidió abandonar la comodidad y la civilización y encaminarse al desierto. La llamada del desierto no constituía ya una novedad, ya que antes que él, otros hombres habían pasado allí su vida en la soledad y la meditación, de cara a su Dios...

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Durante años enteros, Juan vivió una vida de nómada solitario, desafiando al sol abrasador y al viento álgido, alimentándose de langostas y miel silvestre. Corrió la voz de que había venido un nuevo profeta. Con la nación Judía siempre a la mira del Salvador, el pueblo de Jerusalén, y toda Judea, y toda la región del Jordán, acudieron al desierto a oír la Voz...

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El mensaje de Juan era muy simple: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca". En su vagar por el desierto, al norte del mar Muerto, se detenía en los lugares donde grandes multitudes pudieran tener ocasión de de oírle...

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Su presencia se recuerda en Betabara y Aenon, dos puertos comerciales del desierto próximos al camino real, y aunque las crónicas no nos dan una idea del color local, bien podemos evocar grupos de gentes agachadas en el suelo, mientras los buhoneros gritaban su mercancía, los perros ladraban y los asnos rebuznaban...

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Subido en una piedra gigantesca, Juan se dirigía a la multitud impaciente. ¿"Pues qué hemos de hacer?", le preguntaban muchos. Y él respondía: "El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene". Y a los publicanos les decía: "No exigir nada fuera de lo que está tasado"...

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Pronto, un puñado de discípulos se adhirió al gran predicador del desierto. Formaron un pequeño grupo resuelto y abnegado, dado al ayuno y a la abstinencia, que rezaba en común (uno de sus doce Apóstoles le dijo después a Jesús: "Señor enséñanos a orar, como también Juan enseñaba a sus discípulos")...

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Juan no hacía milagros. No curaba ni pretendía la gloria del Mesías para sí. Era el explorador, el mensajero, y aprovechaba cualquier oportunidad para subrayar su papel puramente humano...

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"Yo no soy el Mesías-dijo a su grupo de leales discípulos-, sino que he sido enviado ante El... El que viene de arriba está sobre todos. El que procede de la tierra es terreno y habla de la tierra"...

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PURIFICACIÓN SIMBÓLICA.

En el desierto, el agua es lo más precioso que existe. Vagando por la arenosa extensión, Juan utilizaba el Jordán como fuente de vida, volviendo frecuentemente a sus refrescantes orillas. Poco profundo, fangoso, sin sobrepasar nunca los veintisiete metros de anchura, es, sin embargo, el principal río de Palestina, y al correr por el árido desierto dispensapródigamente la vida...

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Una nueva existencia era también la que Juan ofrecía a sus oyentes al bautizarles sumergiéndoles en la rápida corriente...

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Este "bautismo" (del griego "baptizein", sumergir o zambullir) purificaba al penitente de sus pasados pecados y, al mismo tiempo, dirigía su visión hacia el que había de venir...

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Mientras preparaba almas para Cristo, Juan no podía admitirles aún al reino mesiánico. "Yo, cierto, os bautizo en agua; pero detrás de mí viene otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de llevar las sandalias; El os bautizará en el Espítitu Santo y en el fuego"...

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Ya tenemos entonces el escenario preparado para la escena culminante de la misión de Juan: el bautismo de Cristo. Este no es un encuentro casual. Jesús ha venido expresamente de Galilea para se bautizado por Juan, que aterrado y perplejo ante la petición de Cristo, se opone diciendo: "Sou yo quien debe ser por Ti bautizado y, ¿vienes Tú a mí?"...

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Pero Jesús estaba decidido a someterse a la purificación simbólica antes de iniciar su ministerio público. Ante su ansiosa insistencia: "Conviene que cumplamos toda justicia", Juan condescenció gozosamente...

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Durante un tremendo instante, el universo pareció paralizarse en el umbral entre el orden viejo y el nuevo. Y he aquí que se abrieron los cielos, y el Espíritu de Dios descendió como una paloma sobre Jesús mientras una voz de las alturas decía: "Este es mi hijo amado, en quien tengo puestas mis complacencias"...

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Juan se da cuenta entonces de lo que está pasando. Ahora ya puede comenzar la fase pública de la vida de Jesús...

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Al salir el Todopoderoso del agua, su propia misión preparatoria queda completada. Por consiguiente, Juan se aparta suavemente. "Pues así este mi gozo es cumplido. Preciso es que El crezca y yo mengüe"...

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LA DANZA DE LA MUERTE.

Fue como si una repentina ráfaga hubiese descendido sobre la hasta entonces plácida escena. El "tempo" se aceleró, y el acto siguiente comenzó con la interferencia de un medio inesperado...

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El rey Herodes había sido uno de los blancos de las ardientes arengas de Juan. Mientras estuvo en Roma, el gobernante marioneta se había enamorado de Herodías, esposa de su hermano Filipo...

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Haciendo caso omiso de su anterior matrimonio con una princesa árabe, se casó con ella, con su cuñada.
Con el coraje de un verdadero profeta, Juan denunció públicamente la unión como ilegal, incurriendo así en la enardecida ira de Herodías...

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Al mismo tiempo, el taimado monarca Cristo le llamó una vez "ese zorro") observaba con precoupación la creciente popularidad de Juan. "Porque, afectados por sus palabras, eran muchos los que se agrupaban junto a él -escribió el historiador del siglo I Flavio Josefo-; Herodes temía que la influencia de Juan sobre la gente pudiera conducir a una revuelta"...

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Así pues, tanto para agradar a su airada esposa como para suprimir a un peligroso agitador, Herodes hizo detener a Juan y arrojarle a un calabozo situado bajo los espléndidos salones de la fortaleza de la montaña de Machero...

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Aunque Herodías deseaba matar a Juan en seguida, Herodes, temeroso de la muchedumbre, que le tenía por profeta, se refrenaba de este último y sangriento acto. Porque Herodes sentía respeto por Juan, sabía que era hombre justo y santo, y frecuentemente hablaba con él y le escuchaba con gusto...

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Como consecuencia, parece ser que Juan gozaba de una considerable libertad. Sus discípulos tenían acceso a su celda, y hemos leído que envió a dos de ellos a Jesús para asegurarse de si era El "el que viene o hemos de esperar a otro"...

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La insistente duda surgió, presumiblemente, del hecho de que Jesús no había liberado inmediatamente a Israel. Cristo lo comprendió, y permitió a los hombres enviados por Juan verle curar a los enfermos y resucitar a los muertos, con lo que ellos reafirmaron gentilmente al Bautista en su fe...

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Seguro entonces de que sus largos años en el desierto no habían sido en vano, Juan podía enfrentarse a su propio fin con animoso corazón. Ese fin iba a llegar más rápida y brutalmente de lo que Juan podía esperar...

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Se alza el telón sobre una fiesta en el salón dorado de la fortaleza de Herodes. Es el cumpleaños del monarca. Distinguidos visitantes han venido de todo el país para honrarle, y Herodes les obsequia con un banquete. Al final de la comida, Salomé, la hija adolescente de herodías, viene a bailar ante los invitados...

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Satisfecho de su interpretación, Herodes le dijo: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le juró: "Cualquier cosa que me pidas te la daré, aunque sea la mitad de mi reino". Confusa, Salomé corrió junto a su madre. Pronto volvió con su precio ya fijado: La cabeza del bautista puesta en una bandeja...

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Un terrible silencio fue la respuesta. El monarca, sumamente triste, hubiese deseado que todo hubiera quedado en una desagradable broma, pero había hecho un juramento. Debido a la presencia de los convidados no quiso desairarla. Envió un verdugo, y éste regresó con la cabeza de juan como se le había ordenado, entragándosela a la doncella, quien se la llevó a su madre. Así cae el telón sobre la debilidad de un monarca y la furia de una mujer...

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UN FIN Y UN PRINCIPIO.

Veinticinco años después, San Pablo en contró en sus viajes a algunos de los seguidores de Juan que formaban una pequeña y tenaz secta. Y aunque el Bautista, estrictamente hablando, no era cristiano, su impacto sobre la Iglesia iba a ser permanente...

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El bautismo, la plegaria en común y el ayuno son instituciones
cristianas heredadas de Juan, mientras que su muerte anticipa la orgullosa tradición de martirio que había de ser un hito de la Cristiandad...

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Tanto los católicos como los protestantes le conceden un elevado lugar de honor, y miles de iglesias y catedrales de todo el mundo están dedicadas a su nombre...

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Entre los innumerables hombres distinguidos que también llevan su nombre, figura Giovanni Battista Montini, universalmente conocido como Pablo VI...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Esculpida a tamaño heróico, la figura macilenta y ruda del Bautista asoma del pasado como un monumento al coraje y a la integridad humanos. La suya fue la agonía, y la distinción, de ser a la vez un fin y un principio...