Mientras se termina de hacer el cordero, dejad que os explique este "Minicuento":
1-Enriqueta, la esposa del célebre Caireles, tuvo la ocurrencia de vestirse el traje de luces que su marido iba a estrenar aquella misma tarde.
2- ¡Nadie sabe el trabajo que le costó ponerse los pantalones, demasiado estrechos para ella!.
3-Al fin logró vestirse el rojo ceñidor, la vistosa chaquetilla y la clásica montera, concluyendo por encontrarse muy retrechera y muy requeteguapa, con el capote de paseo sobre el brazo.
4-De pronto, al sentir a Caireles que volvía de la calle, se sentó de espaldas a la puerta, pensando:
- ¿A qué no me conoce?...
Y, en efecto, Caireles no la conoció.
5-Así fue que, creyendo habérselas con un rival, con un espigador de ajenos trigos, enarboló el brazo y ¡pim, pam, pum!... la emprendió a bofetadas y puntapiés con la pobrecita Enriqueta.
6-Hasta que ella pudo volverse.
- ¿Pero no ves, hombre de Dios que soy yo? -dijo- ¡Cuidado que eres bruto, Caireles!...
-Perdona Rosa de Jerusalem... pero, ¿Tú no sabes que vistos por detrás las mujeres y los hombres, con tal que estén un poco gorditos se parecen?....
¡Ay, Caireles, Caireles....!
1-Enriqueta, la esposa del célebre Caireles, tuvo la ocurrencia de vestirse el traje de luces que su marido iba a estrenar aquella misma tarde.
2- ¡Nadie sabe el trabajo que le costó ponerse los pantalones, demasiado estrechos para ella!.
3-Al fin logró vestirse el rojo ceñidor, la vistosa chaquetilla y la clásica montera, concluyendo por encontrarse muy retrechera y muy requeteguapa, con el capote de paseo sobre el brazo.
4-De pronto, al sentir a Caireles que volvía de la calle, se sentó de espaldas a la puerta, pensando:
- ¿A qué no me conoce?...
Y, en efecto, Caireles no la conoció.
5-Así fue que, creyendo habérselas con un rival, con un espigador de ajenos trigos, enarboló el brazo y ¡pim, pam, pum!... la emprendió a bofetadas y puntapiés con la pobrecita Enriqueta.
6-Hasta que ella pudo volverse.
- ¿Pero no ves, hombre de Dios que soy yo? -dijo- ¡Cuidado que eres bruto, Caireles!...
-Perdona Rosa de Jerusalem... pero, ¿Tú no sabes que vistos por detrás las mujeres y los hombres, con tal que estén un poco gorditos se parecen?....
¡Ay, Caireles, Caireles....!
¡Por cierto!, ¿sabéis que a los bordes o remates de los escriños nuestras madres, abuelas, y bisabuelas les llamaban caireles?