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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

No hace mucho, me decía una amiga que acbó llorando de risa con una serie de películas cortas de Charles Chaplin. En pocos minutos de proyección, -decía- Charlot creaba una brillante pantomima en la que su personaje pasaba por múltiples estados de ánimo....

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Estos estados de ánimo, decía Juanita, mi amiga, de euforia, ternura, desengaño, alegría, temor, resignación, piedad y esperanza, consiguieron que compartiera con él esos sentimientos, que la vincularon con toda la humanidad...

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Las dos estuvimos de acuerdo en pensar y decirnos mutuamente que el hecho tenía indudablemente algo de mágico, algo que resulta más difícil de hallar cada día...

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Los que crecimos en pueblos pequeños, en la época, podríamos decir, "edad del hielo" resultaba perfectamente natural demostrar nuestros sentimientos. Recuerdo que cuando veíamos alguna película "que terminaba mal" o escuchábamos alguna radio-novela casi, casi nos poníamos a llorar amargamente por la protagonista...

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Entonces teníamos la sensibilidad a flor de piel, nos interesábamos más por todo lo que nos rodeaba, y por los demás seres humanos, y no nos avergonzaba manifestarlo. No sabíamos disimular nuestros sentimientos, y la verdad es que no nos interesaba mucho aprender a hacerlo....

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Comentábamos mi amiga y yo que, entonces, casi siempre nos dábamos cuenta de si alguien se había enamorado, si había hecho algo de lo que se sintiera orgulloso, o si estaba preocupado, confuso, optimista o deprimido. Y si no lo notábamos en casa, la persona misma nos lo confesaba...

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Los sentimientos hablaban por las personas y, de esa forma, nos sentíamos más estrechamente unidos, unos con otros, y no como meros espectadores del drama sin fin de la humanidad...

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Es el paso de los años lo que nos enseña lo sabios que son los sentimientos. La experiencia nos enseña numerosas veces que el secreto para entenderse con otras personas consiste en comprender sus sentimientos y manifestarles que uno se hace cargo de ellos...

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Basta que nos importen de verdad los sentimientos ajenos para que los comprendamos sin tener que esforzarnos. Si sabemos comprender los sentimientos de otras personas, y les sabemos manifestar nuestra comprensión, no nos resultará difícil hallar una solución en cualquier situación penosa...

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Contaba la madre de un chico de 12 años, que cuando el párroco de su iglesia tuvo que darles la triste noticia del fallecimiento de su hijo ahogado durante una excursión no le había consolado ni les había recomendado resignación: simplemente, lloró con nosotros-decía-"fue un gesto tan espontáneo que jamás podremos olvidarlo", añadió...

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La felicidad también resulta más completa cuando se comparte. "Simplemente porque queremos hacerlo", es sin duda la mejor razón del mundo que tenemos para reír, mostrarnos generosos, o aplaudir algo. Y, al fin y al cabo, ¿por qué oponernos a nuestros sentimientos?...

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Como el cambio de luces en el teatro, nuestros cambios de humor nos permiten ver la vida en sus diferentes aspectos. "Yo creo que la creación de una obra de arte la origina un estado de ánimo", decía Chaplin...

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Cuando nos sentimos melancólicos se suelen observar detalles que pasamos por alto al estar alegres. Si estamos pensativos, quizá apartemos cualquier distracción y nos concentramos en reflexiones más profundas. Y cuando nos sentimos nostálgicos, es muy normal que captemos el sentido de los sucesos pasados, y encontremos o creamos ver en ellos un significado que no supimos ver cuando ocurrieron...

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Las personas tendemos a desconfiar de los estados de ánimo por ser mudables; sin embargo, esos mismos cambios quizá sean el índice más seguro de una personalidad serena...

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Hay quien dice que "pasar por la vida siempre con el mismo estado de ánimo, ya sea éste alegre o triste, sería como tocar un trombón que tuviese la vara obstruída"....

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La felicidad misma es sólo un estado de ánimo, y no obedece casi nunca a ninguna lógica. De vez en cuando pasamos por maravillosos e inesperados momentos de alegría o simple bienestar; nos sentimos eufóricos sin saber por qué...

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Decía el guardia de un conocido museo, que aquel era un lugar estupendo para enamorarse. Al principio no se veía muy claro lo que aquel hombre quería decir, pero enseguida se caía en la cuenta de que, lo que quería decir aquel guarda es que las emociones silenciosamente compartidas que despierta un cuadro, una conmovedora obra dramática, o una hermosa pieza de música, son capaces de unir estrechamente a las personas...

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"Me dejé llevar por mis sentimientos", se suele decir cuando obramos bondadosa o valerosamente. Lo decimos casi como una disculpa y, sin embargo, esos sentimientos que surgen de lo más profundo de nosostros, dictados por la experiencia de toda una vida, constituyen una guía de conducta casi automática pero digna de confianza. Freud decía que, "en todos los asuntos verdaderamente fundamentales de la existencia es mejor que decidan los sentimientos", y yo creo que tenía mucha razón.
También sobre este tema, habló un eminente crítico de arte inglés que dijo:" La más ennoblecedora diferencia entre los hombres estriba en la mayor o menor sensibilidad que tenga cada uno de ellos"...

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Las palabras de este crítico tendrán siempre validez, pues por nuestros sentimientos aprendemos a conocernos mejor, hacemos surgir nuestras dotes creadoras, y ahondamos y enriquecemos nuestras relaciones con nuestros semejantes...

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¿Por qué, entonces, somos tan propensos a reprimir tan a menudo nuestros sentimientos, y adoptamos tan frecuentemente una actitud defensiva y reservada con inexpresiva frialdad emocional?...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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"Esta actitud de impasibilidad es característica de nuestra época -dijo una vez el rector de una Universidad-. Actualmente, casi todo el mundo trata de no escandalizarse por nada, de no asombrarse ni sentirse profundamente conmovido o, por lo menos, de no demostrarlo"...