A LA NOCHE.
¿Qué artista, -me pregunto- no ha sabido sentir la noche?
Cuando ella llega, el burbujeo de los surtidores se eleva como melodioso canto que convida a la meditación reposada; las imágenes de las cosas se distinguen rodeadas del vago misterio del encanto; el espíritu parce pugnar por salir del cuerpo para remontarse a las regiones plácidas de la poesía pura...
¿Qué artista, -me pregunto- no ha sabido sentir la noche?
Cuando ella llega, el burbujeo de los surtidores se eleva como melodioso canto que convida a la meditación reposada; las imágenes de las cosas se distinguen rodeadas del vago misterio del encanto; el espíritu parce pugnar por salir del cuerpo para remontarse a las regiones plácidas de la poesía pura...
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En el campo, en plena Naturaleza, la noche tiene encantos inconcebibles; la brisa nos trae murmullos lejanos que regalan dulcemente nuestros oídos; el descanso reparador en que parece sumida la tierra es majestuoso; ante él se experimenta algo parecido a lo que se siente ante una madre joven dormida ligeramente después de haber amamantado a su hijo...
En el campo, en plena Naturaleza, la noche tiene encantos inconcebibles; la brisa nos trae murmullos lejanos que regalan dulcemente nuestros oídos; el descanso reparador en que parece sumida la tierra es majestuoso; ante él se experimenta algo parecido a lo que se siente ante una madre joven dormida ligeramente después de haber amamantado a su hijo...