Sobre Sor Pascualina...
El jueves 9 de octubre de 1958 a las 3.32 horas, dos meses y medio después de su llegada a Castelgandolfo, Pío XII expiró.
Los ojos penetrante, el rostro ascético, la figura esbelta ataviada de impecable blancura y las manos que él moviera como palomas para bendecir a sus fieles y aclamadoras multitudes..., todo quedó estático...
El jueves 9 de octubre de 1958 a las 3.32 horas, dos meses y medio después de su llegada a Castelgandolfo, Pío XII expiró.
Los ojos penetrante, el rostro ascético, la figura esbelta ataviada de impecable blancura y las manos que él moviera como palomas para bendecir a sus fieles y aclamadoras multitudes..., todo quedó estático...
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A las 4 de la madrugada las campanas de San Sebastiano en Castelgandolfo se oyeron tañer anunciando el fallecimiento del ducentésimo sexagésimo sucesor de San Pedro y jefe espiritual de los quinientos millones de católicos romanos en el mundo...
A las 4 de la madrugada las campanas de San Sebastiano en Castelgandolfo se oyeron tañer anunciando el fallecimiento del ducentésimo sexagésimo sucesor de San Pedro y jefe espiritual de los quinientos millones de católicos romanos en el mundo...
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Si hubiese sido por Sor Pascualina, dejando a un lado a la hermana del Pontífice, ninguna de las personas que estuvieron en sus momentos postreros hubiesen estado. A su juicio, Pío había personificado la nobleza, y ella hubiera querido coronar el fallecimiento del Papa con la misma dignidad que enmarcara su vida...
Si hubiese sido por Sor Pascualina, dejando a un lado a la hermana del Pontífice, ninguna de las personas que estuvieron en sus momentos postreros hubiesen estado. A su juicio, Pío había personificado la nobleza, y ella hubiera querido coronar el fallecimiento del Papa con la misma dignidad que enmarcara su vida...
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La gran agonía le sobrevino cuando hubo de presenciar impotente, frustada, e irritable, a sus 65 años y descartada, cómo se hacía cargo de todo el cardenal Tiserrant, un rigorista para el protocolo. A él le correspondía presenciar como testigo el fallecimiento del Papa, firmar el certificado de defunción y aprobar el anuncio oficial...
La gran agonía le sobrevino cuando hubo de presenciar impotente, frustada, e irritable, a sus 65 años y descartada, cómo se hacía cargo de todo el cardenal Tiserrant, un rigorista para el protocolo. A él le correspondía presenciar como testigo el fallecimiento del Papa, firmar el certificado de defunción y aprobar el anuncio oficial...
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Sin embargo, Pascualina estaba demasiado comprometida en el terreno emocional para ceder por entero a su codiciado puesto a Tisserant. Quiso colocar unos cirios inmensos a los pies del Papa, como lo deseara Pío, y ordenó que la Guardia Noble, llevando cascos dorados, formara con sables desenvainados...
Sin embargo, Pascualina estaba demasiado comprometida en el terreno emocional para ceder por entero a su codiciado puesto a Tisserant. Quiso colocar unos cirios inmensos a los pies del Papa, como lo deseara Pío, y ordenó que la Guardia Noble, llevando cascos dorados, formara con sables desenvainados...
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Percibiendo la transición del poder, el doctor Galeazzi-Lisi aprovechó la fragmentación de la autoridad monjil. Ya no temió las objeciones de Pascualina contra su método innovador para embalsamar el cuerpo del Papa, un procedimiento jamás experimentado al que ella se opuso denodadamente desde que se propusiera la idea...
Percibiendo la transición del poder, el doctor Galeazzi-Lisi aprovechó la fragmentación de la autoridad monjil. Ya no temió las objeciones de Pascualina contra su método innovador para embalsamar el cuerpo del Papa, un procedimiento jamás experimentado al que ella se opuso denodadamente desde que se propusiera la idea...
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Pero Galeazzi-Lisi, haciendo caso omiso, solicitó con insistencia el permiso del Vaticano, mediante el cardenal Tisserant, para proceder sin dilación al embalsamamiento; adujo que se debería empezar sin pérdida de tiempo para atajar la ráoida descomposición y el decoloramiento del cuerpo...
Pero Galeazzi-Lisi, haciendo caso omiso, solicitó con insistencia el permiso del Vaticano, mediante el cardenal Tisserant, para proceder sin dilación al embalsamamiento; adujo que se debería empezar sin pérdida de tiempo para atajar la ráoida descomposición y el decoloramiento del cuerpo...