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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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Corrí un buen rato, paré y recogí todo lo deprisa que pude un montón de hojas secas y me metí entre ellas para pensar. Las hojas, como las matas del peregil loco, forman nidos infantiles, ingrávidos, tibios y gratos...

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La luz que penetraba las hojas era suave y misteriosa. Se oían débiles y amistosos ruidos. ¿Eran las hojas al secarse, o era algún insecto que exploraba bajo ellas?. El olor era sano, limpio y terrenal...

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Cuando uno es pequeño, y se esconde bajo un montón de hojas o de hierba fresca, siente la misma ligera picazón que cuando se mete hasta la cintura en un montón de trigo o cebada. Picazón que no deja de ser una sensación agradable...

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No sé si alguno de vosotros a sentido alguna vez estas sensaciones, y si se ha llegado a arrebujar bajo un montón de hojas secas donde el calorcillo y la penumbra son capaces de adormecer a cualquiera y que no piense en nada...

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Es después de estas duermevelas cuando una se puede poner a meditar y recordar con melancolía los años en que aún era niña. ¡Qué lejanos parecen! Es entonces cuando se puede llegar a considerar lo que es crecer, circunstancia a la que una se resigna al principio...

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Es al salir de estas duermevelas cuando una puede pensar lo bonito que es esconderse entre las hojas. Y también en lo hermoso que es el día que no espera fuera de ese montón de hojas...

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Abrí un huequecito en "mi nido", a través del cual sólo distinguí una delgadísima franja de cielo, pero me tranquilizó. No sé exactamente que es lo que pensé entonces, pero seguro que fue algo parecido a: " ¡Qué suerte tengo en ser yo misma en el mundo en este instante!"...

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Eso es todo lo que recuerdo, pero me alegra recordarlo con tanta nitidez y detalle. A mis espladas se había cerrado una puerta, pero se había abierto otra para mostrarme que la realidad puede ser tan mágica como los sueños y los deseos...

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Es estupendo tener aquellos años de niñez y sabelo. Como lo es también tener 63 y recordarlo. Nunca he renunciado a soñar despierta, ¿Y vosotros? Nunca he renunciado pero tampoco me he cansado de asombrarme ante la vida...

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Creo que nadie es capaz de comunicar íntegramente a los demás la sorpresa y el placer que experimentamos en ocasiones, pero si creo que todos nosotros somos capaces de compartilos con nuestros amigos....

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Esa tácita coparticipación se produjo hace pocos años entre uno de mis hijos y yo, cuando se iniciaba en él la natural evolución que lo convertiría en un muchacho. Un anochecer de un día invernal pasó al galope por una esquina de la casa gritando al frente de una valerosa banda de compañeros imaginarios:
¡Al fuerte, soldados!
Luego hizo un túnel con dos sillas y se metió en él, feliz como un topo al sol del verano...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Yo me quedé mirando y disfrutando con sus gracias, asombrándome de cómo pdodía desafiar así al frío. Me distrajo un resplandor rosado en la ventana; era el crepúsculo que extendía por el cielo su sorprendente belleza. Le señalé con el dedo y le hice una seña para que mirase...