ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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La cosa ocurrió según voy a contársela..., sin mentir, en Cuaresma. Estaba yo en una casa... en la de nuestro juez, y jugábamos a la "préférence". Nuestro juez es un hombre y se pirra por ese juego. Cuando de pronto -mi doctor solía abusar de esa muletilla "de pronto"- viene y me dice: "Un hombre pregunta por ustedes"...

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¿Qué desea?-pregunto yo-. Dicen: "Le trae una carta". Así era; de un enfermo. Bueno; está bien. Eso, ya comprenderá usted, es nuestropan de cada día...
Pero vea de lo que se trataba. La que me escribía era la viuda de unterrateniente y en la carta me decía: "Mi hija se me muere; venga usted, por amor de Dios Nuestro Señor, que a ese efecto le envío caballos"...

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Bien; todo esto no es aún nada. Vive ella a veinte "verstas2 de la ciudad, la noche está en puerta, ¡y los caminos de aúpa! Y ella es una pobretona, de la que no cabe esperar más de dos rublos en plata, y eso todavía es problemático, que acaso quiera salir del paso con una pieza de tela y algunas migajas...

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Pero, en fin, el deber, ya usted comprende; ante todo, un ser humano se está muriendo. Cedo las cartas al inmutable Kalliopin y me dirijo a casa. Miro; al pie de la escalinata está parada una "talieguilla": caballetes campesinos, panzudos, muy panzudos, con una piel... puro fieltro, y el cochero, por respeto, destocado...