...
El maldito "doshanik" fluctuaba débilmente bajo nuestros pies. En el primer momento antojósenos el agua suammente fría; pero luego nos atemperamos. Pasado el primer susto, giré la vista en torno mío, y a unos diez pasos de distancia se erguía la juncalera; a los lejos, en las alturas, vislumbrábase la orilla." ¡Malo!", me dije...
El maldito "doshanik" fluctuaba débilmente bajo nuestros pies. En el primer momento antojósenos el agua suammente fría; pero luego nos atemperamos. Pasado el primer susto, giré la vista en torno mío, y a unos diez pasos de distancia se erguía la juncalera; a los lejos, en las alturas, vislumbrábase la orilla." ¡Malo!", me dije...
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-Qué hacemos?- Preguntéle a Yermolai.
-Ya veremos; lo principal es no pasar la noche aquí -respondióme-. pero tú sujeta la escopeta -díjole a Vladimir.
Vladimir disculpóse torpemente.
-Voy a buscar un vado- siguió diciendo Yermolai con una seguridad como si infaliblemente en cada laguna hubiera un vado, y cogiéndole la pértiga a "Suchok", dirigióse a la orilla, sondeando prudentemente el fondo...
-Qué hacemos?- Preguntéle a Yermolai.
-Ya veremos; lo principal es no pasar la noche aquí -respondióme-. pero tú sujeta la escopeta -díjole a Vladimir.
Vladimir disculpóse torpemente.
-Voy a buscar un vado- siguió diciendo Yermolai con una seguridad como si infaliblemente en cada laguna hubiera un vado, y cogiéndole la pértiga a "Suchok", dirigióse a la orilla, sondeando prudentemente el fondo...
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- ¿Sabes nadar? -preguntéle.
-No, no sé -respondióme su voz de entre la juncalera.
-Pues a ver si te ahogas -observó con indiferencia "Suchok", el cual, asustado antes, no por el peligro, sino por temor a nuestra cólera, y ahora ya perfectamente tranquilo, sólo de cuando en cuando se rebullía y no sparceía sentir la menor necesidad de cambiar de posición.
-Y que se ahogaría sin el menor provecho -lastimero añadió Vladimir...
- ¿Sabes nadar? -preguntéle.
-No, no sé -respondióme su voz de entre la juncalera.
-Pues a ver si te ahogas -observó con indiferencia "Suchok", el cual, asustado antes, no por el peligro, sino por temor a nuestra cólera, y ahora ya perfectamente tranquilo, sólo de cuando en cuando se rebullía y no sparceía sentir la menor necesidad de cambiar de posición.
-Y que se ahogaría sin el menor provecho -lastimero añadió Vladimir...