ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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En un anterior mensaje, escrito tiempo atrás, ya dije que las ratas, normalmente, gozan de una organización social bastante estable, con reglas perfectamente determinadas sobre el derecho de propiedad, el noviazgo, el apareamiento y la crianza de la prole. Sin embargo, bajo los efectos de un estado de amontonamiento, tales reglas dejaron de existir. Las hembras parecieron perder sus "habilidades domésticas", y las crías, desperdigadas nada más nacer, rara vez sobrevivían. Grupos de machos sobreexcitados invadían las madrigueras vecinas, pisoteaban a las crías y atacaban exual e indiscriminadamente a hembras y machos. Otros machos, por el contrario, se volvían indiferentes y evitaban tanto las peleas como las relaciones sexuales, agazapándose algunas veces silenciosamente en las esquinas, como hacen los esquizofrénicos catatónicos...

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Los abortos se hicieron cada vez más frecuentes, así como la muerte de las hembras por enfermedades del útero, los ovarios o las trompas. Las autopsias realizadas demostraron que ambos sexos tenían los riñones, el corazón y las glándulas suprarrenales hiperatrofiadas y enfermas. Las ratas, afectadas por, prácticamente, toda clase de perversiones y enfermedades, se hallaban al borde de la destrucción...

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Numerosos experimentos realizados con diferentes animales indican que el espacio vital es tan necesario para los oorganismos vivos como lo es el alimento, el agua, o el aire. Según el doctor Hall, el hacinamiento produce efectos traum´çaticos en el ser humano: "Surgen aberraciones sexuales, la vida familiar desaparece y las costumbres y los comportamientos sociales, que normalmente suavizan la agresividad, acaban por ser olvidados...

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Los hacinamientos urbanos están dando origen a verdaderos "pantanos de degradación", que pueden llegar a constituir un grave problema para la sociedad. Ahora bien, ¿cómo actúa el hacinamiento sobre la conductta y el organismo humanos?

Se dice que, mediante el stress o tensión espiritual, cualquier animal social cuyo espacio vital es violado constantemente, vive en un perenne estado de alarma. El hacinamiento mueve a actividad a las glándulas suprarrenales, las cuales vierten en el torrente circulatorio unas hormonas que movilizan las reservas de energía y ponen el organismo en estado de alerta...

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La actividad de las glándulas suprarrenales puede salvarnos la vida cuando se trata de hacer frente a un peligro repentino, pero si la situación de emergencia se hace permanente, cosa que sucede en los casos de hacinamiento humano, dicha actividad llega a perturbar gravemente el equilibrio químico del organismo y puede incluso alterar seriamente el sistema nervioso...

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Según los investigadores, cuando el ser humano ve sensiblemente limitado su espacio vital, las manifestaciones de violencia se producen fácilmente. Los síntomas de la tensión se manifiestan en el mundo cotidiano de nuestras ciudades con señales de irritación y malhumor como, por ejemplo, en los conductores de automóviles, quienes expresan sonoramente su desesperación por las abundantes congestiones del tráfico tocando impacientemente el claxon, cuando no hacen uso del insulto verbal, o en aquellos que, por uno u otro motivo, se ven obligados a guardar cola, que se sienten nerviosos y presas de incontenible impaciencia...

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Seguro que todos nosotros hemos oído decir que nada resulta más agradable para el ser humano que la compañía de otro ser humano, pero cuando hay demasiadas personas juntas, algunas de ellas pueden sufrir una sobrecarga sensorial. El medio ambiente las somete a una tensión excesiva, y es lógico que busquen un medio de escape tal como el uso de estupefacientes, problema bastante frecuente en las zonas excesivamente pobladas...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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El conocido arquitecto y planificador urbano profesor Doxiadis dijo hace ya unos años: " Nuestra única esperanza reside en crear las adecuadas condiciones humanas de existencia "dentro" del marco inhumano de la ciudad".
La nueva ciencia de la "proximia" puede ayudarnos a conseguirlo al enseñarnos que los límites de la persona no comienzan ni terminan en su piel. "Tenemos que aprender a pensar en el ser humano como en un ente rodeado de una serie de burbujas que se expanden y se contraen, y que constituyen una especie de ramificaciones de nuestra capacidad sensorial: el oído, el olfato, el tacto y el gusto -dice el doctor Hall-. Dichas burbujas son algo más que mero aíre: integran los lazos que nos ligan al mundo y al mismo tiempo nos protegen de él. Si se ejerce demasiada presión sobre tales zonas vitales de interacción, la existencia pierde su equilibrio... ... (ver texto completo)