...
-Ninguno oye su ronquido; pero sí el de su vecino.
Los defectos propios se desconocen por no prestar atención a ellos o por desconocimiento; los del vecino, en cambio, son tan manifiestos y tan claros que hay que hacer poco esfuerzo para conocerlos.
-Ninguno oye su ronquido; pero sí el de su vecino.
Los defectos propios se desconocen por no prestar atención a ellos o por desconocimiento; los del vecino, en cambio, son tan manifiestos y tan claros que hay que hacer poco esfuerzo para conocerlos.