ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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En su vida normal, la mayoría de la gente se encuentra adecuadamente protegida contra el frío por el mecanismo de regulación térmica de su propio organismo. Pero en casos de urgencia, la salvación dependerá de un rescate a tiempo. Expuesto a un calor extremo, el hombre se desenvolverá, en general, aceptablemente bien. Pero en casos de urgencia la reacción típica es acurrucarse y no hacer nada...

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Esta incapacidad es bien lamentable, porque la salvación de una persona congelada reside precisamente en el ejercicio, que devuelve el calor perdido y calienta la sangre que circula por los músculos. Esta sangre penetra profundamente en el cuerpo y calienta los órganos internos antes de volver a las extremidades. Por eso las manos y los pies son los últimos en calentarse...

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Todo esto podría inducirnos a creer que el hombre no quiere ni puede vivir en climas fríos; pero, como todos sabemos, muchos lo hacen. Y no sólo en las septentrionales tierras de los esquimales y lapones. Los aborígenes de Australia duermen desnudos a temperaturas nocturnas que se acercan a la de congelación, y los indios de la Tierra de Fuego, tan incómodamente cerca del Polo Sur, no llevaban ropa que les protegiera de la cellisca ni del agua helada antes de que llegara allí la civilización...

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Al explicar tales fenómenos, un doctor experto mundial en la fisiología del frío, declaraba hace años que "la idea de que el hombre no se adapta al frío es del año absurda", así que un día del año 1950 Scholarder, que así se llamaba, y un grupo de científicos se trasladaron a Australia central para demostrar que sí existe esa adaptabilidad...

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Seis aborígenes y cuatro blancos pasaron juntos una noche de frío. Mientras intentaban descansar en sus catres de lona, la temperatura corporal de los hombres blancos empezó a descender. Casi inmediatamente comenzaron a tiritar. No así los nativos, los cuales durmieron profundamente mientras los científicos se agitaban sin cesar. La adaptación de los primeros al frío había tomado una forma nada corriente...

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La capa exterior de sus cuerpos, es decir, la parte comprendida entre la dermis y la epidermis, era más dura que lo normal, como resultado de la constante exposición al frío. Este aislamiento "extra" de los aborígenes australianos llevaba a la dermis un treinta por ciento menos de frío que la capa cutánea externa de los científicos...

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Estudios realizados posteriormente por fisiólogos en indígenas de distintas zonas frías del planeta han demostrado que hay tipos de adaptación bastante diferentes. Los indios de Tierra de Fuego se acuestan con un índice metabólico 160 por ciento más acelerado que el de los blancos; durante la noche el ritmo desciende, aunque sin dejar nunca de ser elevado. Sin embargo, los esquimales y los indios de las tierras árticas experimentan un inexplicable aumento del índice metabólico mientras duermen...

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Los médicos suponen que quizá algún día se descubran nuevas formas de adaptación al frío; o tal vez se consigan productos que estimulen, sin riesgos, el mecanismo regulador de la temperatura del cuerpo para que éste trabaje más eficazmente. Pero, a falta de estos procedimientos, la prudencia sigue siendo insustituible...