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Cuando estaba cansado de leer las aventuras de Robinson y relatos de lejanos países y de piratas, dejaba en el banco el libro abierto y se iba al rincón del jardín donde crecía el rosal. Conocía todas las plantas. Se detenía frente al rígido talle de la candelaria, que era tres veces más alto que él, y veía cómo las hormigas trepaban por el tronco. Veía cómo un escarabajo pelotero empujaba ante sí una bola de estiércol; cómo una araña tejía su red y acechaba a las moscas; cómo una lagartija tomaba el sol... Y una noche descubrió un erizo...
Cuando estaba cansado de leer las aventuras de Robinson y relatos de lejanos países y de piratas, dejaba en el banco el libro abierto y se iba al rincón del jardín donde crecía el rosal. Conocía todas las plantas. Se detenía frente al rígido talle de la candelaria, que era tres veces más alto que él, y veía cómo las hormigas trepaban por el tronco. Veía cómo un escarabajo pelotero empujaba ante sí una bola de estiércol; cómo una araña tejía su red y acechaba a las moscas; cómo una lagartija tomaba el sol... Y una noche descubrió un erizo...
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Tuvo una alegría tan grande que estuvo por palmotear, pero el miedo a despertar al animalito le detuvo hasta la respiración.
-Vasia, anda, entra ya en casa- le gritó su hermana.
Aquella voz asustó al erizo, que se cubrió la cabeza con su propia piel y en un santiamén se quedó hecho una bola. El niño rozó delicadamente las aguas del erizo y el animalito se encogió más aún.
Al día siguiente fue a ver al erizo. Como era un muchacho muy sosegado y muy bueno pronto sintió compasión por aquellos animalitos, a los que llegó a querer de verdad. ¡Qué alegría para él cuando el erizo probó la leche que le ofreció en un plato!...
Tuvo una alegría tan grande que estuvo por palmotear, pero el miedo a despertar al animalito le detuvo hasta la respiración.
-Vasia, anda, entra ya en casa- le gritó su hermana.
Aquella voz asustó al erizo, que se cubrió la cabeza con su propia piel y en un santiamén se quedó hecho una bola. El niño rozó delicadamente las aguas del erizo y el animalito se encogió más aún.
Al día siguiente fue a ver al erizo. Como era un muchacho muy sosegado y muy bueno pronto sintió compasión por aquellos animalitos, a los que llegó a querer de verdad. ¡Qué alegría para él cuando el erizo probó la leche que le ofreció en un plato!...