...
La pobre rosa vio con un estremecimiento de horror cómo el sapo apoyaba sus pegajosas patas contra el tronco del rosal. Pero al sapo le resultaba muy difícil encaramarse, pues su pegajoso cuerpo sólo podía avanzar por terrenos lisos, arrastrarse y dar unos pequeños saltos. A cada esfuerzo que hacía levantaba la mirada hacia donde se balanceaba la flor, y la rosa murmuraba aterrada:
- ¡Dios mío! -suplicó-. ¡Concédeme otra clase de muerte!
Y el sapo subía cada vez más. Pero allí donde terminaban las viejas ramas y empezaban las ramas nuevas, más endebles, tropezó con nuevas dificultades. Unas púas muy afiladas salían a su paso. El sapo arrastraba el vientre y las patas, y estaba lleno de sangre. ¡Qué odio le brillaba en los ojos al mirar a la rosa!
- ¡He dicho que te tragaría!- repitió...
La pobre rosa vio con un estremecimiento de horror cómo el sapo apoyaba sus pegajosas patas contra el tronco del rosal. Pero al sapo le resultaba muy difícil encaramarse, pues su pegajoso cuerpo sólo podía avanzar por terrenos lisos, arrastrarse y dar unos pequeños saltos. A cada esfuerzo que hacía levantaba la mirada hacia donde se balanceaba la flor, y la rosa murmuraba aterrada:
- ¡Dios mío! -suplicó-. ¡Concédeme otra clase de muerte!
Y el sapo subía cada vez más. Pero allí donde terminaban las viejas ramas y empezaban las ramas nuevas, más endebles, tropezó con nuevas dificultades. Unas púas muy afiladas salían a su paso. El sapo arrastraba el vientre y las patas, y estaba lleno de sangre. ¡Qué odio le brillaba en los ojos al mirar a la rosa!
- ¡He dicho que te tragaría!- repitió...
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Se hizo de noche; había que pensar en la cena y el sapo se lanzó a la caza de inocentes insectos. La ira no le impedía hartarse y las heridas no le dolían. Cuando se sintió llena la barriga trató otra vez de subir hasta la rosa y comerse la odiada flor.
Llegó la mañana, y la rosa casi se había olvidado de su enemigo. Se había abierto del todo y era la flor más hermosa del jardín. Pero no se acercaba nadie para admirar su belleza, pues el niño seguía en cama y su hermana no se había asomado aún a la ventana. Sólo los pájaros y las mariposas volaban cerca de la rosa, y las abejas se posaban en sus pétalos...
Se hizo de noche; había que pensar en la cena y el sapo se lanzó a la caza de inocentes insectos. La ira no le impedía hartarse y las heridas no le dolían. Cuando se sintió llena la barriga trató otra vez de subir hasta la rosa y comerse la odiada flor.
Llegó la mañana, y la rosa casi se había olvidado de su enemigo. Se había abierto del todo y era la flor más hermosa del jardín. Pero no se acercaba nadie para admirar su belleza, pues el niño seguía en cama y su hermana no se había asomado aún a la ventana. Sólo los pájaros y las mariposas volaban cerca de la rosa, y las abejas se posaban en sus pétalos...
...
Un ruiseñor le dedicó una hermosa cantata. La rosa era feliz viendo cómo el ruiseñor había cantado su belleza. Pero no veía cómo su enemigo subía sigilosamente. El sapo estaba decidido a alcanzar la presa, y poco le importaban las heridas que se hacía en su vientre y en sus patas... Y de pronto la rosa oyó los terribles murmullos que ella conocía tan bien.
- ¡He dicho que te tragaría, y te tragaré!
Los ojos del sapo la miraban codiciosos desde una rama cercana. Sólo tenía que hacer un movimiento para alcanzar la flor. La rosa comprendió que estaba perdida...
Un ruiseñor le dedicó una hermosa cantata. La rosa era feliz viendo cómo el ruiseñor había cantado su belleza. Pero no veía cómo su enemigo subía sigilosamente. El sapo estaba decidido a alcanzar la presa, y poco le importaban las heridas que se hacía en su vientre y en sus patas... Y de pronto la rosa oyó los terribles murmullos que ella conocía tan bien.
- ¡He dicho que te tragaría, y te tragaré!
Los ojos del sapo la miraban codiciosos desde una rama cercana. Sólo tenía que hacer un movimiento para alcanzar la flor. La rosa comprendió que estaba perdida...