A veces sorprende que dos sensibilidades, aparente similares, puedan no congeniar. Tanto el Greco como Felipe II eran sumamente religiosos, representantes de la Contrarreforma, amantes del arte, admiradores de Tiziano. Pero en el fondo las diferencias entre la sensibilidad de uno y de otro eran demasiado grandes. Felipe II se inclina por las formas geométricas, estables, incluso pesadas, ordenadas y uniformes. Ahí está el Escorial para demostrarlo. En cambio el Greco propone figuras estilizadas, desmaterializadas, colores vibrantes, escenas dinámicas, etéreas, brillos nacarados que hacen que los personajes parezcan de cristal, de aire. Felipe II era piedra y orden, el Greco era aire y color.