Sin embargo, su obra se irá olvidando cuando el Barroco español siga otro rumbo: la elegancia del Greco dejará paso a la expresividad y dramatismo, sus figuras etéreas serán sustituidas por figuras rotundas, su intensa luz por el tenebrismo importado de Italia, sus delicados colores por tonos terrosos y bermellones. Y el Greco se convierte una rareza, un pintor de nombre impronunciable que pintó cuadros excéntricos en una ciudad en claro declive.