Pero debería empezar por el principio. La región china de Jiangyong, en la provincia de Hunan, está habitada por pueblos de diverso origen étnico, entre ellos los Yao. Aunque controlada por los chinos Han y su cultura desde el siglo VI, algunos de sus rasgos han pervivido, como la costumbre de que las mujeres casadas vivan con sus padres hasta el nacimiento de su primer hijo y la hermandad entre grupos de edad. Era una región próspera de agricultores enriquecidos que no necesitaban que las mujeres trabajaran fuera de casa. Practicaban la costumbre de la reducción de los pies y los matrimonios acordados, las mujeres pasaban a la familia de su marido y permanecían apartadas y recluidas toda su vida. En estas condiciones tan difíciles, las mujeres supieron encontrar una salida para sus sentimientos, a través de fuertes lazos de amistad y amor con otras mujeres de su grupo de edad, con las que establecían hermandades y se acompañaban en todas las etapas de su vida. Estas uniones eran más importantes para ellas que sus matrimonios, ya que eran realmente “emocionales”. Como no podían moverse libremente, canalizaron esos sentimientos a través de canciones, poesías y cartas con las que compartían sus palabras. Pero la mayoría de las mujeres nunca recibieron educación, por eso crearon su propio sistema de escritura, el nu shu.