Se puede decir que la oca murió de éxito, pues la mayor divulgación de la imprenta en los siglos XVIII y XIX, la comercialización, la competencia de los impresores por lanzar productos atrayentes, el éxito de todo tipo de juegos de mesa, de estampas, de adivinanzas, no hizo más que popularizar el juego de la oca y sus múltiples versiones a la moda, y son esos tableros de colorines los que llegaron al siglo XX y hemos conocido, muy, muy lejos de cualquier contenido simbólico o ritual.