El tablero de la oca está grabado en nuestro inconsciente colectivo (sobre todo si lo conocimos cuando apenas despertaba nuestra conciencia): el puente que salva obstáculos: la posada donde se cae en el ocio y casi se olvida el viaje; los dados que mágicamente deciden el destino, bueno o malo; el terrible pozo o agujero oscuro del que quizá no se puede volver a salir; el laberinto, pero qué poético que el tablero de la oca incluya un laberinto, que no es más que el propio juego dentro del juego, salir del laberinto interior permite seguir en el exterior; la cárcel que nos atrapa; y la siniestra calavera que no significa el fin sino el principio. Como las vidas, cada partida es diferente, pero gracias a la magia del juego pueden repetirse infinitamente siguiendo la espiral hacia el centro, hacia el exterior, otra vez hacia el centro… Y nadie pierde, todos llegan, pero llegar no es lo que cuenta, ya lo sabemos. Lo importante es jugar.