Julián pensó que podía ser una buena oportunidad para regresar con algunas propiedades a Cuenca y que el padre de Inés aceptara su casamiento con su amada. Y así lo hizo.
Las lágrimas de Inés y la tristeza invadieron el pasadizo al anochecer. Pero los dos sabían que era una gran ocasión para poder estar juntos y envejecer uno al lado del otro.
Y entre los dos acordaron una promesa que debían cumplir: ninguno tenía que enamorarse ni casarse mientras no se supiera que el otro había muerto. Un juramento hecho ante el Cristo del Pasadizo.
Las lágrimas de Inés y la tristeza invadieron el pasadizo al anochecer. Pero los dos sabían que era una gran ocasión para poder estar juntos y envejecer uno al lado del otro.
Y entre los dos acordaron una promesa que debían cumplir: ninguno tenía que enamorarse ni casarse mientras no se supiera que el otro había muerto. Un juramento hecho ante el Cristo del Pasadizo.