A su regreso a Londres consigue desatar las envidias y recelos de los médicos locales y un desafortunado encuentro con un comerciante que le conoció en Persia bajo su identidad de judío, lo conducen ante un tribunal eclesiástico acusado de suplantación de identidad. Allí se encuentra a uno de sus hermanos pequeños, que forma parte del tribunal, pero que lejos de recibirlo con afecto, le hace saber que no quiere estar involucrado con alguien que va a ser condenado por suplantar la identidad de un cristiano o bien por quebrantar la prohibición de estudiar entre los infieles. Ante la imposibilidad de defenderse Rob huye a Escocia con su familia donde practicará la medicina el resto de su vida en la pequeña aldea de pastores del clan de su mujer.