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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

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Con gran sigilo, y antes de dar un paso más hacia la cocinilla, que a juzgar por la hora, era donde debía encontrarse su Heriberta del alma peleándose con el potaje de judías pintas, se sentó en un posete y se dispuso a quitarse las botas de caza que se había puesto antes de salir de su casa aquella mañana para ir a buscar la higuera que tan encarecidamente le había encargado, sin más explicaciones, "su cordera", y que aunque recorrió todo el término, no supo dar con ella.
-Quién anda ahí -oyó preguntar sin titubeo alguno.
-Soy yo mujer, ¿pero es que no me conoces?.
La mujer salió de la cocinilla y llegó hasta el porche, no sin antes haber tenido que sortear, como pudo, y para no encenagarse, los muchos charcos de agua que tras el turbión habían quedado en el patio.
Aunque vio a Paquillo remojado como un garbando, no se le ocurrió preguntarle cómo estaba, y el por qué de su tardanza, así que sin encomendarse a Dios ni al diablo, comenzó a reprocharle con palabras malsonantes y grandes gritos las horas de venir que tenía, y el colmo de la escandalera que formó fue cuando preguntó por la higuera, y Paquillo le dijo que no había conseguido dar con ella; entonces, fueron tantos los gritos que daba la Heriberta, que se oyeron hasta en La Plaza y más abajo todavía...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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La discusión continuó como una media hora más, que fue el momento que se puso el potaje encima de la mesa, emplatado en una fuente de china de la difunta abuela de Paquillo.
Heriberta, que se encontraba encinta de siete meses, se fue calmando poco a poco, y recuperando su color natural. Entre cucharada y cucharada de judías pintas, alguna mojá de pan, y después de escuchar algunas preguntas que le hizo Paquillo, le explicó a éste que el motivo de hacerle ir desde bien temprano a buscar la higuera, ... (ver texto completo)