Los alconcheleros reconocemos las murallas del Castillo y la torre de la Iglesia como nuestra propia casa. ¿Y cómo no íbamos a reconocerlos si hemos pasado parte de nuestra vida recorriéndolos, unas veces con la mirada y otras correteando? Casi podríamos decir, que en nuestra infancia lo recorrimos palmo a palmo, y todos sabemos que, ahora, en los meses de abril y mayo, los campos, y la ladera del castillo, están más hermosos que nunca. Que las florecillas asoman entre la hierba, y el aire está impregnado de perfume de tomillo, romero y hierba fresca. Por otra parte, sabemos que el sol lo caldea todo y su luz se esparce por aquí y por allá como una bendición.
Sí, todo puede resultar maravilloso en días como estos; detenernos para respirar aire puro y contemplar el paisaje...
Sí, todo puede resultar maravilloso en días como estos; detenernos para respirar aire puro y contemplar el paisaje...