... El campo susurraba.... Había casi siempre en él un murmullo acompasado. Si nos parábamos y prestábamos atención el murmullo resultaba, además de acompasado, largo como el eco de la campana de la torre de la iglesia de Villarejo, sereno como una canción de cuna o como un impreciso recuerdo del pasado. Susurraba siempre porque eran unos campos viejos y agrestes donde no había llegado aún las aglomeraciones de las grandes ciudades, las grandes construcciones, ni las máquinas excavadoras...