La niña creció bella pero enfermiza pasándose el tiempo observando las estrellas. Al llegar a su adolescencia, su melancolía y su condición enfermiza se agravaron a pesar de los esfuerzos de los curanderos de la región que nada podían hacer frente a una enfermedad desconocida. Un mes de mayo la niña murió profundamente triste, cuando la Cruz del Sur estaba más resplandeciente que nunca. Al día siguiente de su muerte el padre soñó que su hija había volado hacia las estrellas donde ella pertenecía. Los dioses, escuchando el ruego del hombre, habían enviado una de las estrellas de la constelación para satisfacerlo, cobrando ésta forma humana. Después de obsequiarlo un tiempo, la estrella había vuelto al firmamento.