Si Gorki escribió lo que transcribí en el mensaje anterior, L. N. Andreiev escribió lo que sigue:
..."Ya enterraran al muerto, cuando logró Yegulev evocar de entre las brumas de su memoria algo vivo, hasta el dolor y las lágrimas: la cara y el mirar de Andrei Ivanich cuando bailaba, con una sonrisa misteriosa y comedido, como un novio en los esponsales. Y recordaba aquella luna primaveral de entonces, con su sobrenatural placidez, el monótono rumor del río corriendo hacia el mar lejano, y a Kolesnikov disponiéndose a bailar también con su salvaje y loca belleza de entonces...
..."Ya enterraran al muerto, cuando logró Yegulev evocar de entre las brumas de su memoria algo vivo, hasta el dolor y las lágrimas: la cara y el mirar de Andrei Ivanich cuando bailaba, con una sonrisa misteriosa y comedido, como un novio en los esponsales. Y recordaba aquella luna primaveral de entonces, con su sobrenatural placidez, el monótono rumor del río corriendo hacia el mar lejano, y a Kolesnikov disponiéndose a bailar también con su salvaje y loca belleza de entonces...
...
Luego, aquel diálogo en el chozo, en que las voces sonaban tan cerca y en el resquicio del techo brillaba el disco argentino de la luna de un fulgor deslumbrante. Murió Petrusha. Murió Kolesnikov, y ahora acababan de enterrar al marinero...
Luego, aquel diálogo en el chozo, en que las voces sonaban tan cerca y en el resquicio del techo brillaba el disco argentino de la luna de un fulgor deslumbrante. Murió Petrusha. Murió Kolesnikov, y ahora acababan de enterrar al marinero...
...
- ¿Te acuerdas del fresnecito, Fedot? -preguntó Sasha sonriendo con unción.
Y con la misma unciosa sonrisa en sus violáceos y finos labios, muy pegados a sus grandes dientes amarillentos, respondióle Fedot:
-Claro que sí me acuerdo, Alexandr Ivanich.
" ¡Oh, y qué tremendo es vivir en el mundo!", pensó Kuzmá Chuchok, mirando los oscuros, enormes y apasionados ojos de Yegulev, y no tuvo ánimos, con lo apocado que era, para unir a la suya la sonrisa de sus pálidos labios...
- ¿Te acuerdas del fresnecito, Fedot? -preguntó Sasha sonriendo con unción.
Y con la misma unciosa sonrisa en sus violáceos y finos labios, muy pegados a sus grandes dientes amarillentos, respondióle Fedot:
-Claro que sí me acuerdo, Alexandr Ivanich.
" ¡Oh, y qué tremendo es vivir en el mundo!", pensó Kuzmá Chuchok, mirando los oscuros, enormes y apasionados ojos de Yegulev, y no tuvo ánimos, con lo apocado que era, para unir a la suya la sonrisa de sus pálidos labios...
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Inquietóse también hasta el tuerto Cegato; pero, falto de palabras que estuviesen un tanto siquiera a la altura de su sentimiento, limitóse a decir malhumorado:
-Me quedo con la balalaika del marinero.
- ¡Se habrá visto imbécil! -exclamó Fedot, y dejó de sonreír.
Luego de hablar con Fedot de lo que pudiera pasar, Yegulev decidió ir al otro día mismo a la ciudad y despedirse; no quería aguardar más a la muerte, y anhelaba acabar cuanto antes."
Inquietóse también hasta el tuerto Cegato; pero, falto de palabras que estuviesen un tanto siquiera a la altura de su sentimiento, limitóse a decir malhumorado:
-Me quedo con la balalaika del marinero.
- ¡Se habrá visto imbécil! -exclamó Fedot, y dejó de sonreír.
Luego de hablar con Fedot de lo que pudiera pasar, Yegulev decidió ir al otro día mismo a la ciudad y despedirse; no quería aguardar más a la muerte, y anhelaba acabar cuanto antes."