Bunin también escribió IDA de la que extraigo lo siguiente:
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-Pues sí. Le declaró su amor. Fue, desgraciadamente, una auténtica declaración, y hecha del modo más serio. ¿Que fue tonto, inesperado, inverosímil?... Sí, naturalmente; pero no por ello dejó de ser una realidad. Ocurrió exactamente como se lo he contado. Apenas habían echado a andar por el andén, ella deprisa y con fingida animación, empezó a pedir noticias de Masha, de cómo le iba, de cómo les iba a sus comunes amigos de Moscú, de las novedades que allí había etc. Luego le comunicó que llevaba ya más de un año casada, que vivía con su marido parte del tiempo en Petersburgo, parte en el extrangero, y a veces, también en su hacienda próxima a Vitebsk...
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-Pues sí. Le declaró su amor. Fue, desgraciadamente, una auténtica declaración, y hecha del modo más serio. ¿Que fue tonto, inesperado, inverosímil?... Sí, naturalmente; pero no por ello dejó de ser una realidad. Ocurrió exactamente como se lo he contado. Apenas habían echado a andar por el andén, ella deprisa y con fingida animación, empezó a pedir noticias de Masha, de cómo le iba, de cómo les iba a sus comunes amigos de Moscú, de las novedades que allí había etc. Luego le comunicó que llevaba ya más de un año casada, que vivía con su marido parte del tiempo en Petersburgo, parte en el extrangero, y a veces, también en su hacienda próxima a Vitebsk...
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"El señor de nuestra historia se limitaba a acelerar el paso para seguirla y, sintiendo ya que algo extraño sucedía, que de un momento a otro iba a ocurrir algo inverosímil, el ilógico..., fijaba los ojos en el blancor de la nieve, amontonada en cantidad increíble, en los andenes, en las vías, en los tejados y en los vagones rojos y verdes diseminados por allá... Miraba todo aquello con el corazón suspenso, comprendiendo y descubriendo solamente entonces que hacía ya años que amaba precisamente a aquella Ida. Y entonces... ¿Se figuran ustedes lo que ocurrió?... Pues ocurrió que, yendo por un costado de uno de los más alejados andenes, Ida se acercó a unos cajones allí colocados, quitó su manguito la nieve que cubría uno de ellos, se sentó sobre él y, alzando hacia el señor de nuestra historia su rostro ligeramente pálido y sus ojos color violeta, de un modo locamente inesperado, le dijo: "Y ahora, querido, contésteme a una pregunta más... ¿Sabía usted y sabe que le amé durante cinco años y que le sigo amando...?
"El señor de nuestra historia se limitaba a acelerar el paso para seguirla y, sintiendo ya que algo extraño sucedía, que de un momento a otro iba a ocurrir algo inverosímil, el ilógico..., fijaba los ojos en el blancor de la nieve, amontonada en cantidad increíble, en los andenes, en las vías, en los tejados y en los vagones rojos y verdes diseminados por allá... Miraba todo aquello con el corazón suspenso, comprendiendo y descubriendo solamente entonces que hacía ya años que amaba precisamente a aquella Ida. Y entonces... ¿Se figuran ustedes lo que ocurrió?... Pues ocurrió que, yendo por un costado de uno de los más alejados andenes, Ida se acercó a unos cajones allí colocados, quitó su manguito la nieve que cubría uno de ellos, se sentó sobre él y, alzando hacia el señor de nuestra historia su rostro ligeramente pálido y sus ojos color violeta, de un modo locamente inesperado, le dijo: "Y ahora, querido, contésteme a una pregunta más... ¿Sabía usted y sabe que le amé durante cinco años y que le sigo amando...?