Luz ahora: 0,08909 €/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Bunin también escribió IDA de la que extraigo lo siguiente:
...
-Pues sí. Le declaró su amor. Fue, desgraciadamente, una auténtica declaración, y hecha del modo más serio. ¿Que fue tonto, inesperado, inverosímil?... Sí, naturalmente; pero no por ello dejó de ser una realidad. Ocurrió exactamente como se lo he contado. Apenas habían echado a andar por el andén, ella deprisa y con fingida animación, empezó a pedir noticias de Masha, de cómo le iba, de cómo les iba a sus comunes amigos de Moscú, de las novedades que allí había etc. Luego le comunicó que llevaba ya más de un año casada, que vivía con su marido parte del tiempo en Petersburgo, parte en el extrangero, y a veces, también en su hacienda próxima a Vitebsk...

...
"El señor de nuestra historia se limitaba a acelerar el paso para seguirla y, sintiendo ya que algo extraño sucedía, que de un momento a otro iba a ocurrir algo inverosímil, el ilógico..., fijaba los ojos en el blancor de la nieve, amontonada en cantidad increíble, en los andenes, en las vías, en los tejados y en los vagones rojos y verdes diseminados por allá... Miraba todo aquello con el corazón suspenso, comprendiendo y descubriendo solamente entonces que hacía ya años que amaba precisamente a aquella Ida. Y entonces... ¿Se figuran ustedes lo que ocurrió?... Pues ocurrió que, yendo por un costado de uno de los más alejados andenes, Ida se acercó a unos cajones allí colocados, quitó su manguito la nieve que cubría uno de ellos, se sentó sobre él y, alzando hacia el señor de nuestra historia su rostro ligeramente pálido y sus ojos color violeta, de un modo locamente inesperado, le dijo: "Y ahora, querido, contésteme a una pregunta más... ¿Sabía usted y sabe que le amé durante cinco años y que le sigo amando...?

...
La caja de música, que hasta aquel momento había estado sonando sordamente en la lejanía, retumbó de pronto con sonido heroico, solemne y amenazador. El compositor calló y alzó hacia nosotros unos ojos que parecían sorprendidos y asustados. Luego pronunció, a media voz:
- Sí. He aquí lo que ella le dijo. Y ahora permítanme que les pregunte: ¿Cómo expresar una escena semejante con necias palabras humanas? ¿Qué podría decirles, fuera de la vulgaridad, de aquel rostro alzado, iluminado por la palidez especial de esa nieve que sucede a la ventisca? ¿Del matiz tiernísimo, indescriptible, del rostro de una mujer joven, encantadora, que el aire de nieve envuelve y que súbitamente te declara su amor, esperando una respuesta a su declaración? ¿Cómo les dije que eran sus ojos? ¿Violetas? Naturalmente que no eran así. ¿Y de sus labios entreabiertos? ¿Y de su expresión? ¿Y del conjunto de todo eso..., quiero decir de rostro, ojos y labios? ¿Y del largo manguito de visón en el que sus manos se escondían, y de sus rodillas, dibujándose bajo la tela escocesa a cuadros azules y verdes?...