De todo ello, desde los orígenes hasta el momento presente, habla en este libro José Luis Lledó Sandoval, propietario de la tierra en que se halló el mosaico y su auténtico descubridor, junto con sus hermanos además de ser todos ellos, solidariamente, responsables de haber tomado una decisión ejemplar: interrumpir los trabajos de laboreo agrícola que se estaban realizando en la parcela y mantenerla al margen de la productividad, para impedir que aquel tesoro artístico pudiera sufrir más daños de los que ya había recibido en los siglos anteriores. En ese volumen, el autor explica su propia experiencia personal al lanzarse, tras aquel hecho fortuito, en busca del conocimiento del mundo romano, intentando encontrar explicaciones lógicas a la presencia del mosaico en un lugar tan apartado. Seguramente estuvo situado en una lujosa villa vinculada al trabajo en el campo y esa previsible situación anima al autor a lanzarse por el terreno de la imaginación para intentar recrear la vida y el ambiente en esta zona alcarreña, dos mil años atrás, con interesantes aportaciones sobre construcciones, vidrio, vino y otros aspectos de aquella época.