Los animalitos se pusieron muy contentos. Oirlos cantar juntos era mucho más innovador. Actuaban como dos bichitos cantores pizpiretos y complementarios. Habían aprendido de la lección de no querer ser más que el otro sino de ayudarse y enriquecerse juntos. Y de este modo, los cantorcitos del bosque se hicieron querer por todos los habitantes del pinar. Y fueron amigos y muy respetuosos entre ellos todas sus vidas de tres pares de patas.