... De repente, aquietóse la luna y suavemente bogó por el cielo, encogiéndose a trechos para en seguida volver a estirarse, y ya en una verdadera duermevela, en una visión de sueño largo y alegre, sin saber por qué, convirtiéronse los campos, inmóviles en la luz; el olor a polvo y fangosa humedad, preñada de los fuertes brotes de mayo, en las ramas aún no vigorosas.