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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Estupor entre la concurrencia, desconcierto, expectación...

Estupor entre la concurrencia, desconcierto, expectación ¿Cómo es posible ¿Quien habrá ido el insensato?

Y sigue y sigue el.... TIRARARI-TIRARIRÓ.....

El heredero, el primogénito, el que ostenta el gobierno de las pomposas honras fúnebres, próximo al túmulo, se aproxima al cadáver, aguza el oído, y al mismo tiempo que el TIRARARI-TIRARIRÓ, escucha sus propias palpitaciones que se le desbocan en el pecho segundo a segundo, y le estalla un nuevo TIRARARI-TIRARIRÓ, una siniestra premonición cruza por su mente. ¿Será posible? ¡Imperdonable!

Con reverencia, con temor, alarga su trémula diestra hasta palpar el elegante traje inglés que viste el cuerpo difunto de su querido padre, del bolsillo interior de la chaqueta extrae un minúsculo aparatejo, un alarde de la técnica, que continua llenando la sala de un estruendoso TIRARARI-TIRARIRÓ....

A la velocidad de la luz hace que su pensamiento le lleve a recrearse en la venganza que hará caer sobre quien haya cometido tal desaguisado.

Pulsa una tecla del objeto y se lo acerca, trémulo de ira, al oído derecho.

¡DIGA!

Y desde el otro lado del haz de ondas hertzianas que descomedidamente han ultrajado la quietud del velatorio, le llega una voz impostada, estrambótica, chillona, arrabalera, hiriente:

“Oye, soy tu amante cuñado, que ya es hora, que te llevo esperando dos días en el hotel Rosa de Sitges, en la suite de siempre, como habiamos quedado, que mi mujer se va a poner mosca, y se me van a ir las ganas de volver a enamorarme de ti, ¡Canalla! ¡Que eres un canalla! Me has abandonado y seguro que es por que te has vuelto a revolcar con la arpía de mi hermana. Que si ya no me quieres, pues me lo dices y en paz, que por aquí tengo lo que quiero y de muy buena calidad, y mejor que tu, que ya estas hecho un carroza. ¿Y que le cuento yo ahora a mi mujer después de no saber nada de mí en tres días?. ¡So canalla!

Sin escuchar más, el primogénito, el heredero, el espejo de las virtudes del difunto, con el alma temblándole, pálido de ira, la cara desencajada en mil muecas de odio, tira con violencia el aparatejo sobre el cuerpo del difunto, mira de soslayo y cabizbajo a la concurrencia, se aproxima a su madre, la viuda ejemplar, la santa, y en un ataque de histeria tremens, se abraza a ella, mientras que por la comisura de los labios le fluye un espuma blanca, canina, y balbucea, gime, ruge, hasta que en una explosión incontrolada grita.

¡A LA MIERDA EL VELATORIO!,


¡A LA MIERDA LOS INVITADOS!,

¡NI PANTEÓN DE CALATRAVA NI REQUIEM!

¡A LA BASURA, TIRAD ESTE ESPANTAJO AL MULADAR.!

¡A LA MIERDAAAA!

Y el despistado cuñado, en su papel de tierno amante, sin saber ni comer ni beber de lo que acontece al otro lado de las ondas, erizándosele las plumas, exclama; COÑO, PUES ENCIMA NO ME HA COLGADO LA LOCA ESA.....

Y colorín colorado este relato se ha acabado, los buenos cuentistas concluían sus obras casando felizmente al príncipe con la dulce pastorcita, y después resumían la moraleja, pero la verdad, yo ni me atrevo, ni quiero, ni sé de moraleja alguna y a peores y más reales intentar pasar esto por un buen cuento, seria tan falso como el relato, ahora eso sí, el número de mi nokia no se lo doy ni a................



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