Usos.
El esparto se utiliza desde hace miles de años. Los hallazgos de más de 50 momias en la Cueva de los Murciélagos en Albuñol (Granada) en 1857, muestran una artesanía depurada del esparto, con cestillos y vestidos trabajados de forma esmerada. Desde los más de 6000 años de antigüedad de estos restos, las técnicas de trabajo del esparto han variado muy poco. Ya en periodo histórico, el esparto hispánico era muy apreciado para la elaboración de sogas y cordelería en los navíos que surcaban el Mediterráneo. Según Plinio y otros historiadores romanos, éstos comenzaron a utilizar el esparto tras las Guerras Púnicas. Las principales zonas productoras han sido el sureste de la Península Ibérica, conocido como Campus Spartarius durante el Imperio Romano y las altas mesetas magrebíes que se sitúan entre el Atlas Teliano y el Atlas Sahariano, donde se localiza el "mar de esparto" argelino. Para los árabes de Al-Andalus, el esparto, llamado en árabe "halfa" siguió siendo un producto forestal importantísimo, importancia que mantuvo durante toda la Edad Media y Moderna. El declive del esparto llegó a partir de los años 50 y 60 del siglo XX, momento en el que la aparición de los plásticos y la importación de otras fibras supuso la caída en picado de la explotación del esparto. El esparto se usa en cordelería, elaboración de pasta de papel, tejidos tipo pana, estopas para escayolas, xerojardinería y artesanías, especialmente cestería. El esparto se recolecta en verano, arrancándolo con un bastoncillo terminado en una pequeña porra, llamado palillo, talí o talisa. Sobre éste se enrollan los extremos de los espartos, de manera que con un fuerte tirón se extrae un manojo de esparto. Así hasta completar un manojo de más o menos 1,5 kg llamado maña o manada. Luego se extiende al sol. Este esparto sin trabajar se conoce como "esparto crudo". Posteriormente, se sumerge en balsas para su cocido o enriado, proceso de fermentación anaerobia que tiene como objetivo la eliminación de las materias pécticas que engloban las fibras de celulosa. Tras un mes de fermentación, se extrae de las balsas y se pone a secar de nuevo. Una vez seco, se pica para soltar las fibras, obteniéndose el esparto conocido como "esparto picado". Si éste se rastrilla, se obtiene el "esparto textil". Sus hojas filiformes, duras y tenaces, enrolladas cilíndricamente, se usan como fuente de fibras para la industria papelera. Sus fibras cortas (L = 1 mm; A = 10 mm) son muy apropiadas para la producción de papeles finos de impresión por su suavidad y elasticidad. Los papeles resultantes muestran buena formación, alta opacidad, volumen específico, buena porosidad y estabilidad dimensional frente a los cambios de humedad. Es la fibra de impresión por excelencia. Con los "viejos", espartos muertos que quedan bajo la atocha, se hacían antorchas, llamadas hachos en La Mancha y colmenas. La espiga o atochín, se usaba para hacer escobas con las que se barría la chimenea.
El esparto se utiliza desde hace miles de años. Los hallazgos de más de 50 momias en la Cueva de los Murciélagos en Albuñol (Granada) en 1857, muestran una artesanía depurada del esparto, con cestillos y vestidos trabajados de forma esmerada. Desde los más de 6000 años de antigüedad de estos restos, las técnicas de trabajo del esparto han variado muy poco. Ya en periodo histórico, el esparto hispánico era muy apreciado para la elaboración de sogas y cordelería en los navíos que surcaban el Mediterráneo. Según Plinio y otros historiadores romanos, éstos comenzaron a utilizar el esparto tras las Guerras Púnicas. Las principales zonas productoras han sido el sureste de la Península Ibérica, conocido como Campus Spartarius durante el Imperio Romano y las altas mesetas magrebíes que se sitúan entre el Atlas Teliano y el Atlas Sahariano, donde se localiza el "mar de esparto" argelino. Para los árabes de Al-Andalus, el esparto, llamado en árabe "halfa" siguió siendo un producto forestal importantísimo, importancia que mantuvo durante toda la Edad Media y Moderna. El declive del esparto llegó a partir de los años 50 y 60 del siglo XX, momento en el que la aparición de los plásticos y la importación de otras fibras supuso la caída en picado de la explotación del esparto. El esparto se usa en cordelería, elaboración de pasta de papel, tejidos tipo pana, estopas para escayolas, xerojardinería y artesanías, especialmente cestería. El esparto se recolecta en verano, arrancándolo con un bastoncillo terminado en una pequeña porra, llamado palillo, talí o talisa. Sobre éste se enrollan los extremos de los espartos, de manera que con un fuerte tirón se extrae un manojo de esparto. Así hasta completar un manojo de más o menos 1,5 kg llamado maña o manada. Luego se extiende al sol. Este esparto sin trabajar se conoce como "esparto crudo". Posteriormente, se sumerge en balsas para su cocido o enriado, proceso de fermentación anaerobia que tiene como objetivo la eliminación de las materias pécticas que engloban las fibras de celulosa. Tras un mes de fermentación, se extrae de las balsas y se pone a secar de nuevo. Una vez seco, se pica para soltar las fibras, obteniéndose el esparto conocido como "esparto picado". Si éste se rastrilla, se obtiene el "esparto textil". Sus hojas filiformes, duras y tenaces, enrolladas cilíndricamente, se usan como fuente de fibras para la industria papelera. Sus fibras cortas (L = 1 mm; A = 10 mm) son muy apropiadas para la producción de papeles finos de impresión por su suavidad y elasticidad. Los papeles resultantes muestran buena formación, alta opacidad, volumen específico, buena porosidad y estabilidad dimensional frente a los cambios de humedad. Es la fibra de impresión por excelencia. Con los "viejos", espartos muertos que quedan bajo la atocha, se hacían antorchas, llamadas hachos en La Mancha y colmenas. La espiga o atochín, se usaba para hacer escobas con las que se barría la chimenea.