La fotografía está demasiado dominada por el toque digital, con un tono oscuro que pretende ser tétrico, aunque los impresionantes parajes de Irlanda del Norte y el Reino Unido donde se rodó la película ayudan a diluir un poco los efectos especiales. En ocasiones introducen una molesta sensación de falsedad, precisamente por ese tono oscuro que simula el paisaje rumano, pero en general dan el pego como escenario –si uno no se fija demasiado-.