A finales del siglo XVII fallecía Juan III Sobieski. Su muerte trajo consigo el desencadenamiento de una dura pugna entre las familias que aspiraban a sucederle, y para atajarla el cardenal primado decidió que la elección quedara reducida a dos candidatos que no fueran polacos. Estos eran el rey de Sajonia, Federico Augusto, y el francés príncipe de Conti, pariente de Luis XIV y que fue el que se alzó con la victoria por un estrecho margen. Pero el perdedor no se conformó y, aprovechando que su rival estaba lejos, hizo que la asamblea se reuniera de nuevo para rectificar su decisión. Conti iba de camino cuando se entera de que Federico Augusto ha sido consagrado ya en la catedral de Cracovia y, ante los hechos consumados, no encuentra otra opción que regresar a Francia