Los antiguos egipcios los domesticaban como método eficaz para acabar con las ratas que entraban en sus graneros y proteger así sus cosechas. Por tanto, los gatos garantizaban el alimento durante todo el año. Admiraban su agilidad y su carácter dulce, misterioso y tranquilo, pero también su habilidad para matar alimañas, y especialmente las peligrosas cobras y los escorpiones. Más adelante se emplearon en las actividades de caza, sobre todo de aves, sustituyendo al perro en estas labores. Pronto les resultaron tan valiosos que llegaron a ser sagrados y adorados en todo Egipto.