Los gatos, a los que los egipcios daban el onomatopéyico nombre de Miw o Mau, se convirtieron en mascotas queridas y apreciadas a partir del reinado de Tutmosis III. Aparecen entonces situados junto a sus amos, especialmente bajo el asiento que ocupa la mujer, como pretendiendo enfatizar la femineidad. Los objetos de uso cotidiano comenzaron a ser adornados con estos animales: brazaletes, pendientes amuletos para collares. Las mujeres se maquillaban mientras se contemplaban en espejos de mangos decorados con gatos, y los tarros del maquillaje llevaban con frecuencia la misma ornamentación.