Incluso después de muerto era preciso cuidar el aspecto. Cuando uno comparecía ante los dioses debía observar ciertas normas en la vestimenta y el maquillaje para causar buena impresión: según el capítulo 125 del Libro de los muertos, era necesario que se presentara limpio, calzado con sandalias blancas, los ojos pintados y ungido con el mejor aceite de mirra. Debido a la importancia que se concedía a los cosméticos en el Más Allá, estos se encontraban entre las ofrendas que se dejaban en las tumbas.