Como secretos de belleza empleaban a veces curiosos preparados, como por ejemplo excrementos de cocodrilo en baños de barro, en la creencia de que eso reafirmaba y tonificaba la piel. También recurrían a la leche y la miel, por considerar que dejaban la piel tersa y fina. Para protegerse de los estragos del sol se frotaban la piel con aceites hidratantes y masticaban raíces de la planta llamada amni majus. Combatían las arrugas frotándose aceite de oliva, sésamo y almendras, mezclado con otras sustancias aromáticas. El papiro Ebers menciona al respecto una receta compuesta por incienso, cera, aceite de moringa y ciprés. Las mujeres egipcias, por cierto, tampoco descuidaban evitar la aparición de estrías durante el embarazo, para lo que resultaba eficaz un aceite elaborado con moringa.